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18 de abril de 2020

El grillo y la hormiga

Este artículo apareció en la Sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación).

Cuenta la conocida fábula que una esforzada hormiga, durante los soleados y cálidos meses del verano, dedicaba largas horas de trabajo, sudando y jadeando, a recolectar y guardar alimentos en la despensa de su casa.

Por allí cerca, vivía un alegre y fiestero grillo, quien día tras día observaba a la hormiga afanarse, mientras él reía y cantaba tocando el violín, disfrutando del sabroso clima. Tiempo después, llegó el gélido invierno. Un día, la trabajadora hormiga, sana y salva en su tibio hogar, descansaba tranquila, esperando que pasara el frío.

De pronto, escuchó que tocaban a la puerta. Abrió y, para su sorpresa, encontró al otrora festivo grillo, tiritando y castañeteando los dientes, debilitado casi hasta el colapso. “No tengo nada para comer”, le confesó con tristeza. "Tú, por otra parte, tienes mucho guardado. ¿Serías tan bondadosa de compartir aunque sea un bocado conmigo?”. La hormiga meditó unos momentos y respondió: “Aún falta mucho para que termine el invierno. Temo que la comida que tengo apenas me alcance. Pero dime, ¿qué hiciste tú durante el estío, que ahora no tienes nada para tu manutención?”.

El grillo, que apenas podía hablar, respondió: “Día y noche, a todos los que veía, les cantaba”. Entonces, la hormiga, antes de cerrarle la puerta en la cara, manifestó implacable: “¿Les cantabas? Me alegro. Pues bien, ¡ahora baila!”.

Moraleja. La moraleja de la historia es obvia: en tiempos de vacas gordas, debemos prepararnos para la posibilidad de que más adelante vengan tiempos de vacas flacas. Y lo cierto es que difícilmente podrían adelgazar más las vacas que durante la presente crisis mundial.

Alrededor del globo, la pandemia de la covid-19 ha obligado a cerrar puertas a entidades y empresas, grandes y pequeñas, que se habían visto obligadas a despedir a sus empleados o a suspender los contratos laborales, con el consecuente desempleo, incertidumbre y hambre de incontables personas.

Por desgracia, diversos estudios han confirmado una dolorosa realidad: por largo tiempo, las personas no han hecho lo de la hormiga, sino lo del grillo; no ahorraron, gastaron como si no hubiera mañana y administraron las finanzas familiares y personales con desenfreno.

Vivieron de prestado o de tarjetas de crédito, en un vano intento por aparentar un estilo de vida de abundancia, en competencia con sus vecinos, quienes, en la mayoría de los casos, están igual o más endeudados.

Dada nuestra generalizada falta de educación en cuestiones de dinero (vea “Analfabetismo financiero”, La Nación, 29/7/2019), estamos aprendiendo ahora una dura lección: contar con reservas de dinero para emergencias no es optativo.

No se trata de algo que tal vez deberíamos hacer o que sería bonito intentar algún día. Simplemente, no hay elección, pues la consecuencia es afrontar un penoso invierno financiero, cuya duración —como sucede hoy— nadie puede pronosticar, quizás, sin medios para llevar un bocado a nuestros dependientes.

Hay países, como el nuestro, que, pese a sus limitados recursos, afortunadamente cuentan con una invaluable red de solidaridad social, en la forma de salud y educación públicas, así como de mecanismos bancarios y de otras índoles que ayudan a suavizar el golpe en los bolsillos de la ciudadanía.

Pero ahora, más que nunca, existe, cuando menos, una enseñanza que debería dejarnos esta historia, y es que, en última instancia, la responsabilidad por nuestro bienestar y el de los nuestros descansa prioritariamente sobre nuestros propios hombros.

En las finanzas personales, contar con acopio de dinero suficiente para imprevistos debe ser invariablemente la prioridad número uno, incluso por encima de pagar deudas, pues estas siempre pueden ser refinanciadas o renegociadas; mientras no contar con recursos para satisfacer las necesidades básicas, especialmente en tiempos cuando el acceso a préstamos suele ser difícil, cuando no imposible, y se haya agotado el crédito disponible mediante tarjetas, es una receta segura para el desastre.

Tiempo y disciplina. Crear una reserva como la que he venido describiendo generalmente no es fácil y requiere tiempo y disciplina. Pero, repito, no es optativo ni se puede postergar a la espera de tiempos mejores.

Para lograrlo, existen diversos mecanismos que se resumen en la vieja y conocida fórmula de aumentar los ingresos, reducir los gastos o, idealmente, ambas cosas.

Para lo anterior, es crucial contar con un presupuesto, pues no se sabe en qué o en cuánto disminuir nuestro consumo si no determinamos primero en qué se gasta nuestro dinero. También, existen formas creativas de mejorar las finanzas, incluidas la venta de objetos en desuso o innecesarios o la creación de un pequeño negocio de productos o servicios.

A veces, basta con recortar un poco en actividades como salir al cine o a comer fuera, así como sustituir ciertos productos caros por otros más económicos.

Cuando tengamos una suma, por pequeña que sea, para comenzar la reserva, debe procurarse mantenerla accesible (en términos financieros, lo más líquida posible), pero no estática (por ejemplo, en una cuenta de ahorros), pues en ese caso el dinero irá perdiendo lentamente su valor debido a la inflación.

Una buena opción es acudir a los fondos de inversión abiertos, de mercado de dinero o de ingreso, para generar una rentabilidad que, idealmente, sea reinvertida para potenciar el crecimiento de lo reservado.

Lo más aconsejable en estos casos es acercarse a los bancos o a otros asesores acreditados para explorar las alternativas.

La situación actual es dura, sin duda, pero pasará. Ojalá la antigua enseñanza que contiene la fábula del grillo y la hormiga sea interiorizada por todos nosotros para que el próximo invierno financiero —que tarde o temprano vendrá, quizás no a escala planetaria, pero sí nacional o personal— no nos tome desprevenidos. Porque, cuando ocurra, nadie querrá tener que volver a bailar a la intemperie para mantenerse caliente.

5 de noviembre de 2019

Solo hay un modo de evitar el sobrendeudamiento

 Este artículo apareció en la Sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación).

Los reportajes publicados por La Nación acerca del sobrendeudamiento de los costarricenses son alarmantes y han sonado la voz de alerta sobre la necesidad de actuar para encontrarle alivio urgente.

En la primera plana de la edición del 2 de noviembre, dos titulares provocan sentimientos encontrados: esperanza (“Los pasos para crear un ahorro a largo plazo según su edad”) y desaliento (“Compradores se lanzan a la caza de promociones”).

El gobierno propuso planes para combatir el flagelo, pero es evidente que de poco servirán si no se ataca el mal desde la raíz: la escasa o nula educación financiera en el país; problema al cual dediqué un comentario anterior (“Analfabetismo financiero”, La Nación, 29/7/2019).

Los anunciados proyectos incluyen la obligatoriedad de llevar cursos sobre la materia, aunque leí que se pretende la asistencia durante tres años, plazo irrazonablemente excesivo que casi asegura el incumplimiento.

No debería ser necesario llevar lo que vendría a ser prácticamente una carrera universitaria para aprender a administrar los recursos personales. Además, ¿quién los va a impartir? ¿Los bancos? No tengo nada en su contra, pero lo cierto es que estos son los principales beneficiarios de que la gente se endeude hasta el cuello. ¿La Superintendencia General de Entidades Financieras, entonces? Tendría que alquilar el Estadio Nacional para educar a tantos.

Independencia financiera. Es fundamental que las personas entiendan una regla que debería ser de sentido común, si no fuera porque este, como dicen, es el menos común de los sentidos: solo hay un modo de evitar el endeudamiento excesivo, y es gastar menos de lo que se gana. De lo contrario, es imposible ahorrar. Sin ahorro, es imposible invertir. Si no se invierte, no se alcanza la independencia financiera, condición ideal en la que los réditos de las inversiones sobrepasan los gastos regulares.

Por lo general, quien no posee una adecuada formación financiera se apega a un patrón de conducta cuya secuencia es esta: recibe un ingreso; después, gasta sin apego a un presupuesto; luego, procura abonar a las deudas; y, finalmente, si algo sobra, ahorra.

Puesto que usualmente nunca sobra nada, nunca se ahorra. Peor aún, si el dinero no alcanza siquiera para cubrir los gastos, se acude al endeudamiento mediante préstamos, tarjetas de crédito, etc.

Esta mecánica, repetida constantemente, mes tras mes, conduce al fracaso y a mantener a la persona en condiciones de perpetuo estrujamiento económico, con la consiguiente angustia y los males físicos y emocionales derivados.

Inteligencia financiera. Por el contrario, quien, gracias a la educación posee lo que los expertos llaman “inteligencia financiera”, hace las cosas en un orden distinto: primero crea un presupuesto, que incluye siempre una meta de ahorro, por pequeña que sea, sin excepciones ni excusas, así como el pago de deudas hasta donde sea posible. Después, recibe el ingreso, separa el ahorro planificado (a esto se le conoce como “pagarse a uno mismo primero”), abona a las obligaciones existentes y, finalmente, gasta sin exceder los recursos disponibles, y, obviamente, sin agravar su nivel de endeudamiento.

Lo sé, es más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, la indisciplina conduce a una actitud en la que nunca faltarán justificaciones para no ahorrar (“no me alcanza”, “la situación está muy dura”) y, más bien, gastar (“para eso trabajo”, “me lo merezco”, “solo se vive una vez”).

Dichas razones son solo excusas para eludir lo que se sabe bien que no debe hacerse: consumir más de lo que se recibe. En efecto, se gasta dinero que no se tiene en cosas que frecuentemente no se necesitan y todo para complacer a otros, o para tratar de impresionar dando una falsa apariencia de opulencia. Aquí, les dejo una pista: a nadie le interesa.

Paz interior. Sin importar lo que digan los eternos pesimistas, aunque sea poco, siempre es posible ahorrar (e incluso donar para los más necesitados, tema valioso para un futuro comentario).

En palabras del escritor Ramit Sethi ("I Will Teach You to Be Rich"), para poder gastar extravagantemente en las cosas que amamos, primero hay que recortar inmisericordemente las que no. Cada quien sabe qué es importante y qué no lo es, y debe actuar en consecuencia.

No desaprovechar las oportunidades esperadas (aguinaldo, salario escolar, etc.) o inesperadas (recibir un aumento o pago retroactivo, ganar la lotería, etc.) para ahorrar, en vez de aumentar el consumo.

Lo ideal es crear primero una reserva para emergencias, luego, abonar cantidades mayores para acelerar la cancelación de deudas y, eventualmente, invertir. Requiere disciplina, pero el premio será la paz interior, el bienestar propio y el de los seres queridos. Y, eso, no tiene precio.

29 de julio de 2019

Analfabetismo financiero

 Este artículo apareció en la Sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación).

Tuve el agrado de participar en el simposio "Finanzas Personales en Época de Crisis: Implicaciones del Endeudamiento Extremo para el Sistema Financiero", como parte del programa de educación financiera "Hagamos Números", auspiciado por La Nación, entre otras entidades.

Debo decir que al mundo de las finanzas personales llegué más por necesidad que por voluntad. Siempre pensé que la materia sería demasiado árida y poco atrayente, lo cual no deja de ser extraño, siendo hijo de un economista y hermano de dos. Sin embargo, a medida que he dedicado tiempo a estudiarla, he descubierto, con sorpresa, que en realidad es sumamente interesante; diría que hasta fascinante. Y, más significativo aún, cada vez con más insistencia me viene a la mente la pregunta por qué nadie nos la enseñó desde pequeños.

Pavoroso endeudamiento. Los conferencistas en la actividad mencionada abundaron en cuadros y estadísticas sobre el alarmante endeudamiento que angustia a gran parte de la población, incluidos no solo los sectores de ingresos más bajos, sino también muchas personas del estrato medio y, sorprendentemente, del alto.

Lo anterior sugiere que la mala gestión de la economía personal y familiar no depende necesariamente de cuánto dinero ingresa a los hogares, sino, más bien, de la errónea actitud de las personas en lo relativo a la administración de sus recursos —sean pocos o muchos— porque se dejan llevar por el consumismo irresponsable que nos tienta a diario y conduce a tantos a gastar en un estilo de vida que procura aparentar ante otros una riqueza inexistente, sin percatarse de que aquellos a quienes pretenden impresionar posiblemente están igual o peor de endeudados.

El inversionista Warren Buffet lo resumió magistralmente: “Lo que mantiene ricos a los ricos es que tratan su dinero como si fueran pobres; y lo que mantiene pobres a los pobres es que tratan su dinero como si fueran ricos”.

Esperanzadoramente, van surgiendo poco a poco algunos programas para combatir este auténtico analfabetismo financiero. Por ejemplo, la representante del Ministerio de Economía, Industria y Comercio explicó que esa cartera impulsa una iniciativa de este tipo, desde la óptica de la defensa del consumidor. Pero en el momento en que ella exponía al respecto, en mi cabeza resonaba la pregunta: ¿Dónde está el Ministerio de Educación Pública? Porque debería ser evidente que, en muchos casos, para formar a personas adultas en esta disciplina ya es muy tarde.

Cuándo empezar. Ahora bien, estoy convencido de que la educación financiera en realidad debería iniciarse en el propio hogar, mucho antes incluso del momento en que un niño reciba por primera vez una mesada.

Jill Schlesinger, experta estadounidense en planificación financiera, menciona en su reciente libro "The Dumb Things Smart People Do with Their Money: Thirteen Ways to Right Your Financial Wrongs" ("Las cosas tontas que la gente inteligente hace con su dinero: trece maneras para corregir sus errores financieros"), que las investigaciones demuestran que los menores comienzan a formar hábitos financieros alrededor de los siete años.

Ella recomienda comenzar antes, entre los tres y los cinco años, mostrándoles los distintos tipos de monedas y billetes, así como explicándoles la diferencia entre las cosas que son gratuitas (como salir a jugar con sus amigos) y las que cuestan dinero (como un cono de helado).

Más adelante, se les debe explicar que para obtener ingresos es necesario esforzarse y que, para adquirir ciertas cosas, se necesita, además de tiempo y paciencia, postergar el afán de gratificación instantánea que la publicidad, las redes sociales e incluso alguna de la gente de su entorno pretende inculcarles.

Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con estas recomendaciones puntuales, pero está claro que existe un problema: ¿Cómo enseñar a los hijos lo que deben saber acerca del dinero si muchos padres de familia tampoco entienden correctamente cómo es el asunto y no practican hábitos sanos al respecto?

Materia obligatoria. Por esto, me parece igualmente apremiante que los centros de enseñanza, públicos y privados, conviertan la educación financiera en una materia tan obligatoria como las ciencias o la historia.

A mi juicio, un joven debería salir del colegio sabiendo cómo crear y ajustarse a un presupuesto, qué es y cómo funciona una cuenta bancaria, cómo manejar correctamente una tarjeta de crédito para evitar el endeudamiento innecesario, etcétera.

Y, por sobre todo, la repercusión de vivir conforme a sus ingresos, así como la relevancia de comenzar a ahorrar e invertir lo antes posible para mejorar su calidad de vida futura. Es urgente acabar con el analfabetismo financiero.

18 de enero de 2019

El lamentable estado de la profesión jurídica

Este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación).

El reportaje publicado en La Nación del pasado 11 de enero es contundente: el 90 % de los graduados en Derecho perdió el más reciente examen de incorporación al Colegio de Abogados. Del desastroso resultado no se salvaron ni siquiera los egresados de la Universidad de Costa Rica –tradicional baluarte académico de la profesión jurídica– que no lograron alcanzar ni un 50 % de aprobación. Además, la mayoría de los candidatos ya habían hecho al menos una vez la prueba anteriormente, es decir, eran repitientes.

Causas múltiples. Las razones de tan deplorable resultado parecieran ser varias: unos lo atribuyen a aspectos psicológicos; otros consideran que el examen es memorístico y no refleja las condiciones reales del ejercicio de la abogacía. Ciertamente, el problema merece un análisis reposado y objetivo. Sin embargo, está claro que algo anda muy mal en la formación de los futuros operadores del derecho y, en lo personal, esos resultados no me sorprenden en lo más mínimo.

He ejercido la abogacía por más de 30 años, tanto en el sector público como en el privado. Durante la última década, tuve el privilegio de desempeñarme como juez hasta mi retiro y fue justamente desde esta trinchera que fui testigo presencial del palpable decaimiento de la forma como muchos abogados efectúan su trabajo, particularmente, los de más reciente incorporación. Puedo resumir los síntomas del problema en al menos tres categorías generales.

Ortografía y gramática. El profesional en derecho debe plasmar su labor fundamentalmente por escrito. Si bien durante los últimos años ha habido una migración hacia la oralidad (al menos en lo judicial), el bulto de las actividades de los abogados y notarios sigue manifestándose en forma documental. Y, en ese sentido, la experiencia diaria no deja mentir: una alarmante proporción de profesionales –no obstante haber pasado por muchos años de educación escolar, colegial y universitaria– simple y sencillamente no saben escribir correctamente.

Para ser justos, la problemática no es exclusiva de los graduados en derecho, pero en el caso de estos últimos resulta especialmente preocupante porque lo menos que debe hacer un especialista en esta materia es expresar con claridad los alegatos y reclamos de sus patrocinados.

Si ni siquiera son capaces de distinguir entre “halla” y “haya” o de emplear los signos gramaticales en forma apropiada (por mencionar solo dos ejemplos típicos), con frecuencia se torna difícil, cuando no casi imposible, entender el sentido de sus escritos y esto, evidentemente, va en detrimento de los intereses de las personas que les han confiado sus problemas legales.

Incapacidad argumentativa. Un problema aún más sensible es que muchos no poseen la capacidad de exponer, de forma ordenada, clara y concreta, cuál es la cuestión de fondo que someten a conocimiento y decisión judicial.

Aun cuando en nuestra profesión rige de forma general la máxima iura novit curia (conforme a la cual el juez conoce el derecho y las partes solo deben someter a su conocimiento los hechos), también se aplica el llamado principio dispositivo, que, en síntesis, y a pesar de algunas atenuaciones actuales, limita las potestades de decisión del juzgador a aquellas cuestiones concretas que las partes hayan sometido al debate.

Esta regla va de la mano con el principio de congruencia, conforme al cual la debida correspondencia entre lo solicitado por el actor en la demanda y lo resuelto por el órgano jurisdiccional en sentencia se constituye en una obligación procesal de acatamiento ineludible para los jueces en la resolución de las demandas formuladas.

Es así que, al analizar el fondo del asunto planteado, únicamente se revisan las alegaciones en que se sustenta la demanda. Todo lo anterior quiere decir, en términos simples, que, para que prospere un reclamo judicial, los abogados deben ser capaces de articular de forma completa y precisa sus argumentos y pretensiones, pues, de lo contrario, es imposible atenderlos positivamente; el juez o el tribunal no debe ni puede suplir oficiosamente las carencias de las partes al respecto.

Por ello, tristemente, a veces es inevitable rechazar incluso una demanda en la cual se percibe que su promovente podría tener razón en sus alegaciones, pero el abogado simplemente no supo presentar correctamente el problema planteado y qué era exactamente lo que pretendía al respecto.

Desconocimiento jurídico. Increíblemente, ciertos profesionales exhiben una ignorancia supina en el manejo de conceptos jurídicos básicos. Basta con un solo ejemplo al respecto: en el derecho público costarricense, todo jurista sabe –o debería saber– que el Estado y las entidades descentralizadas son personas jurídicas distintas, cada una con su respectivo ámbito de competencias y responsabilidades. No obstante, no mucho antes de mi retiro, me correspondió examinar un proceso en que el abogado del actor pretendía demandar al Estado por el despido del cual había sido víctima un funcionario del ICE.

Sorprendidos, los integrantes del tribunal pedimos a la parte que aclarara contra quién dirigía su reclamo, a lo cual el abogado en cuestión respondió, increpándonos por desconocer, según él, “el elemental principio del Estado como patrono único” e insistiendo en que la demanda iba dirigida contra este y no contra el ICE.

Irremediablemente, hubo que declarar sin lugar el asunto, pero al mismo tiempo se dispuso poner el caso en conocimiento de la Fiscalía del Colegio de Abogados, pues era evidente que el trabajador en cuestión se encontraba en estado de indefensión por causa de la ignorancia del profesional al que había confiado su caso, y quien seguramente le había cobrado los honorarios correspondientes.

En conclusión, el estado de la profesión jurídica en nuestro país es, hoy por hoy, preocupante. La justicia es un derecho fundamental de todos los ciudadanos. Pero no es posible aspirar a alcanzar plenamente ese ideal cuando muchos profesionales, que se supone deben hacerlo realidad para sus clientes, tienen una deficiente formación, la cual es atribuible, en algunos casos, a su propia desidia y, en otros, a la inadecuada calidad de los centros de estudios en cuyas manos pusieron su instrucción.

Pienso que el problema amerita un examen profundo, por lo cual se debe escuchar la opinión de todas las partes involucradas y tomar de inmediato las medidas necesarias.

30 de septiembre de 2018

Tiempos de ajuste económico

Este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación)


Son tiempos de ajuste económico, y no solamente para el gobierno, sino para todos. La realidad exige actuar en forma planificada e inteligente; tomar decisiones que protejan las finanzas personales y familiares.

Con ese espíritu, leí recientemente un libro corto, práctico y claro, titulado "You Need A Budget") ("Usted necesita un presupuesto"), donde el autor, el estadounidense Jesse Mecham, expone una metodología de administración financiera personal desarrollada por él, conocida como YNAB (por las siglas en inglés del título). Seguidamente haré una breve síntesis de este sistema, sin perjuicio de recomendar la lectura del libro completo, que está escrito para el público en general, empleando un lenguaje llano y acudiendo con frecuencia a experiencias de vida del propio autor.

El método YNAB está basado en cuatro reglas básicos, que procuraré exponer de forma adaptada al medio costarricense.

La primera se puede enunciar así: “Asígnele un trabajo a cada colón”. En esencia, este mandato implica preparar un presupuesto en el que todo –e, insisto, todo– su dinero disponible esté asignado a propósitos claros y específicos. Ello requiere efectuar un ejercicio concienzudo de definición de prioridades y distribución de montos.

El primer paso consiste en revisar sus estados de cuenta bancarios y otras reservas para precisar el monto exacto de dinero a su alcance. Luego, debe preparar una lista de gastos, comenzando por sus obligaciones impostergables (pago de servicios públicos, gastos de vivienda y alimentación, amortización de deudas, etc.), asignándoles las sumas que requieran.

Seguidamente, hay que prever el financiamiento de lo que Mecham llama “expensas reales” (que explicaré junto con la segunda regla). Después vendrán las metas a mediano y largo plazo (p.ej., compra de un vehículo, un viaje, etc.) y, finalmente, los gastos correspondientes a lo que podríamos denominar “estilo de vida” (salidas a comer, al cine y así por el estilo).

Este ejercicio se debe efectuar hasta que no quede un solo céntimo que no tenga un destino y, luego, hay que repetirlo cada vez que se reciban nuevos ingresos. De este modo, será posible orientar las decisiones de consumo futuro sobre el conocimiento de la disponibilidad real de recursos y evitar los gastos impulsivos e irresponsables.

Otros compromisos. La segunda regla es “anticipe sus expensas reales”. Este principio parte de tener claro que nuestros gastos –y, por ende, las asignaciones presupuestarias que debemos hacer– van más allá de aquellos que afrontamos quincena a quincena o mes a mes, para incluir también otros compromisos para los cuales debemos ir preparándonos con antelación. Por ejemplo, quienes posean un vehículo, deberán anticipar el ineludible pago de seguros y derechos de circulación a fin de año; los propietarios de inmuebles deben tener en cuenta los respectivos impuestos y servicios municipales, en forma trimestral; y así sucesivamente.

La idea es que, para todas estas erogaciones, se separe un monto regular, de manera que cuando llegue el momento de pagarlas se cuente con la suma completa. Lo mismo aplica para otras circunstancias imprevistas para las cuales se recomienda ir alimentando, hasta donde sea posible, una reserva de contingencia que permita minimizar el impacto de posibles sorpresas futuras.

En tercer lugar, “ajuste el rumbo”. El presupuesto no es un objeto estático e inflexible, debe enmendarse a medida que la cambiante realidad nos lo exija. Hacer modificaciones en el presupuesto no significa que uno se haya equivocado previamente, sino que tenemos la capacidad de adaptarnos a los desafíos que la vida siempre nos trae. Al igual que ocurre con la selección natural biológica, la supervivencia financiera depende de nuestra habilidad de adaptarnos al entorno y rectificar el curso en el momento necesario.

Ingresos adicionales. Finalmente, la cuarta regla es “añeje su dinero”. El método YNAB pregona la necesidad de romper el ciclo de “vivir de quincena en quincena” gastando el dinero a medida que se recibe o, peor aún, disponiendo anticipadamente de sumas que todavía no se han percibido, endeudándose por medio de préstamos o del uso de tarjetas de crédito.

De esta manera, la idea es poner en práctica toda oportunidad que se tenga para generar ingresos adicionales (p.ej., vender cosas innecesarias), así como aprovechar recursos extraordinarios (el aguinaldo, el salario escolar, quizás hasta algún premio de lotería) y reducir gastos para reforzar el presupuesto de modo que, idealmente, hacer los pagos del mes con dineros recibidos al menos un mes antes. De esta manera, en vez de tener un puñado de facturas esperando que llegue el dinero para pagarlas, se tenga un puñado de dinero esperando que lleguen las facturas.

Siguiendo en forma consistente y disciplinada estos cuatro mandamientos, el método YNAB promete ayudar a ordenar las finanzas, generar ahorro y, en última instancia, aliviar el estrés asociado a la inevitable necesidad de afrontar las obligaciones económicas que todos tenemos.

Ponerlos en práctica no será necesariamente fácil, pero ciertamente será menos difícil que afrontar esas necesidades por vías más dolorosas, como ahogarse en préstamos o afrontar elevados pagos de tarjetas. ¡Buena suerte!

10 de febrero de 2016

Publicado proyecto de "Ley de alfabetización digital"

En el diario oficial La Gaceta del día de hoy, aparece publicado el proyecto de ley que lleva el número de expediente legislativo 17.749, "Ley de alfabetización digital" (ver documento PDF). Pretende, entre otros aspectos, crear "el Sistema Interinstitucional de Acceso Digital (SIAD), especializado en la promoción de la alfabetización digital y el desarrollo de capacidades digitales de personas en el sistema educativo público del primero, segundo y tercer ciclo, así como educación diversificada y técnica media". La responsabilidad de gestionar ese Sistema será de la Comisión Interinstitucional de Acceso Digital que también se crea en la ley.

3 de enero de 2011

Yo, Asperger

Este artículo, escrito originalmente en junio del 2010, fue revisado y publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación de hoy (ver publicación)


Hasta hace pocas semanas, solía pensar que yo era meramente introvertido. Pero ahora parece que soy algo que suena mucho más elegante: Asperger.

Todo comenzó cuando un compañero de trabajo me hizo una extraña pregunta: "¿Te cuesta sonreír para una fotografía?". Contesté: "Mucho, siempre salgo haciendo cara rara". Para mi sorpresa, me dijo "Sos Asperger". Aunque me considero razonablemente educado, nunca había oído la palabra y no le presté mucha atención. Pero después fue mi cuñada la que inquirió: "Cuando alguien te dice algo de doble sentido, ¿lo entendés rápido?" Respondí: "Jamás, siempre me va 'cayendo el cuatro' hasta al rato". Me dijo "Sos Asperger".

No tenía idea de qué me hablaban y me resistí un tiempo a investigarlo (sospechando que eso era exactamente lo que esperaban que hiciera un Asperger), pero finalmente pudo más la curiosidad. En la Wikipedia leí, consternado, que el síndrome de Asperger (SA) es "un trastorno neuromental que forma parte del espectro de trastornos autísticos". La cosa no pintaba nada bien. Líneas más abajo, decía que las personas con SA "no son empáticas; se puede decir que tienen una especie de 'ceguera emocional'". Y, dicho y hecho: "Es frecuente que las sonrisas 'voluntarias' en las fotografías familiares sean una colección de muecas sin gracia. (...) Las personas con SA en general son incapaces de 'leer entre líneas', es decir, se les escapan las implicaciones ocultas en lo que una persona les dice de forma directa".

Para mi tranquilidad -creo- el artículo seguía diciendo que el SA es un trastorno de severidad variable y "algunos pacientes se aproximan a un nivel de normalidad en sus habilidades de comprensión e interpretación de las señales no verbales". Acto seguido venía una larga lista de síntomas, algunos no muy halagüeños, otros no tan malos. Unos no se me aplicaban -creo- pero otros eran casi como si hubieran hecho un retrato hablado mío.

Por ejemplo, una persona con SA tiende a concentrarse intensa y compulsivamente en temas específicos, lo cual explicaría las periódicas obsesiones que han marcado la mayor parte de mi vida. Vamos, que a un niño de 10 años le guste tener un acuario con unos cuantos peces no es nada extraordinario; pero tener alrededor de una docena de peceras -muchas de ellas hechas por mi mismo- en las que las especies estaban clasificadas científicamente según su hábitat nativo (información que obtenía de todos los libros que era capaz de conseguir sobre el tema), más toda una parafernalia de filtros, instrumentos para medir temperatura y composición del agua, etc., etc., debo admitir que quizás haya sido un poquito obsesivo. Y ni hablar de mis fijaciones sucesivas, años después, con las artes marciales, el misticismo oriental, la película "El Exorcista", el pensamiento socialista, el rock progresivo, la tecnología y la serie "Lost". Encima, las personas con SA son atraídas por las cosas ordenadas y eso seguramente explica tanto mi delirante interés por la metodología GTD de organización personal, como mi desconsuelo cuando siento que no estoy haciendo algo del modo más eficiente.

Así pues, no es de sorprender que las características del Asperger puedan traer muchas complicaciones en la vida, especialmente en la niñez y temprana juventud. Una de ellas, la de ser bastante inútil para los deportes, no es precisamente cosa que ayude a la popularidad en esas etapas. No es inusual que una maestra no preparada en el tema tienda a considerar a un niño con SA como arrogante, insubordinado o simplemente "raro". Para complicar más las cosas, el síndrome se presenta con diferentes niveles, dando lugar a que el niño exhiba más o menos síntomas que dificultan la detección. Muchos terminan siendo víctimas de acoso, matonismo o discriminación.

Y esa es justamente la razón por la que me decidí a escribir estas breves líneas sobre el tema, porque me parece importante que la sociedad sepa más de él. De ese modo, la vida quizás llegue a ser un poco menos complicada para muchos, de lo que a ratos ha sido para mí. Y que no les pase como cuando le conté a una amiga del asunto: con una gran sonrisa, simplemente me dijo "Eso lo explica todo", pero a estas horas no he logrado entender qué quiso decir...

8 de agosto de 2010

Gobierno sueco propone límites a enseñanza de la religión

El gobierno sueco ha anunciado estrictos planes relacionados con la enseñanza religiosa en ese país. Según informa Andrew Brown, columnista del Guardian de Inglaterra, pronto será ilegal que en Suecia se enseñe alguna religión como si ésta fuese incuestionablemente verdadera. "Los alumnos deben ser protegidos de toda clase de fundamentalismos", afirmó el Ministro de educación Jan Björklund.

25 de abril de 2010

Educación religiosa integral y de calidad

Una versión condensada de este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación del 28/4/2010

En febrero pasado, la Sala Constitucional acogió parcialmente una acción de inconstitucionalidad entablada por un total de 29 demandantes (estudiantes, graduados y profesores de las carreras de enseñanza de la religión y teología de la Universidad Nacional y de la Universidad Estatal a Distancia) contra el art. 34, párrafo segundo, del Reglamento a la Ley de Carrera Docente y otras disposiciones relacionadas. Dado que el fallo integral se encuentra en proceso de redacción, todavía no conocemos las razones que pesaron para declarar la inconstitucionalidad. Lo que sí tenemos a mano son los antecedentes del caso, que constan en el expediente y que resumo seguidamente:

En setiembre de 1975 se emitió el decreto ejecutivo N° 5288-P, que reformó el artículo 34 del Reglamento del Estatuto de Servicio Civil y a partir del cual, para la selección del personal dedicado a la educación religiosa en los centros docentes públicos, se estableció el requisito indispensable de que los interesados contaran con un visto bueno otorgado previamente por la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Costa Rica. En consecuencia, no podía concursar nadie que -aunque reuniera o incluso sobrepasara los requisitos mínimos de tipo académico- no recibiera la llamada missio canónica, que es el nombre de la citada autorización eclesiástica. Si una persona intentaba postularse sin la licencia, el Departamento de Enseñanza de la Religión del Ministerio de Educación Pública (MEP) -que está a cargo de un sacerdote designado por la Iglesia Católica- la excluía oficiosamente al momento de confeccionar los listados de candidatos para la Dirección de Servicio Civil. Por otra parte, si la convocatoria del concurso posibilitaba presentar la oferta de servicios directamente al Servicio Civil, entonces era ésta la que realizaba la exclusión.

La missio canónica no se concedía cuando el o la solicitante no reuniera -a juicio de la Conferencia Episcopal- ciertas características subjetivas, como "ser persona practicante en su fe", de "conducta moral intachable", con "compromiso eclesial" y "equilibrio adecuado"; así como recomendaciones de algunas personas ligadas a la Iglesia Católica. El criterio técnico del MEP sobre los atributos de los interesados no contaba para nada. Además, Además, era necesario que los aspirantes -en caso de ser casados- lo fueran por la Iglesia Católica, encontrándose inaceptables a efecto de obtener la autorización eclesiástica otras formas de matrimonio o de convivencia en pareja como la unión libre o el matrimonio civil.

Según los demandantes, las indicadas exigencias no solo eran irrazonables sino que, además, propiciaban una evidente desigualdad con relación a los docentes de otras asignaturas académicas, para quienes -de conformidad con la normativa del Servicio Civil (y el sentido común, agrego yo)- únicamente se requería demostrar la idoneidad académica y profesional.

En setiembre de 1990, la Conferencia Episcopal de Costa Rica emitió unos lineamientos, en los que dispuso:
  • Que tanto para centros públicos como privados y con exclusión de cualquier otro ente (incluidos los universitarios) la Iglesia Católica "... es la única que tiene la misión y la responsabilidad de dar la formación a los Maestros y Profesores de Educación Religiosa Escolar..."
  • La desautorización expresa de "... cualquier curso de capacitación y formación de cualquier universidad o institución tendiente al ejercicio docente de Maestros y Profesores de Educación Religiosa Escolar"; y,
  • "Conceder la 'Missio canónica' solamente a quienes hayan concluido el proceso de formación en la Escuela Normal Superior, Instituto Pedagógico de Religión..."
Es decir, la Iglesia se atribuyó, en forma exclusiva y excluyente, la potestad de determinar quiénes podrían formarse académicamente para impartir docencia religiosa; cuáles instituciones públicas podrían hacerlo y cuáles no. En la actualidad, el visto bueno se da únicamente a quienes estén matriculados, sean egresados o graduados de la Universidad Católica (la cual creó más adelante la misma Conferencia Episcopal), con lo cual se instauró, en la práctica, un monopolio a favor de esa institución privada.

En adición a todo lo dicho, la Iglesia se reservó el derecho de revocar o retirar la missio canónica a cualquier persona que, habiéndola obtenido previamente, diera lugar posteriormente a cualquier causa que -en criterio de la jerarquía eclesiástica- justificara la pérdida de ese visto bueno. Por ejemplo, que el docente se llegara a divorciar o que cambiara de confesión. La revocatoria de la missio canónica daba lugar a que la persona no pudiera ser nombrada más para labores de enseñanza religiosa, lo cual equivalía -según los demandantes- a un despido solapado, puesto que el Ministerio se encontraba vinculado por la decisión de la Iglesia, burlando así los procedimientos y garantías de defensa propios del régimen de Servicio Civil.

En realidad, todo lo denunciado por los actores dista mucho de ser nuevo o desconocido. El Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya se ha pronunciado desde el año de 1994 sobre el tema, constatando las violaciones a los derechos humanos y realizando severas prevenciones al país. Dicho Comité pidió en aquella ocasión al Estado costarricense que "adopte medidas para asegurar que no haya discriminación en el ejercicio del derecho de la Educación Religiosa, particularmente con respecto al acceso a las enseñanzas religiosas distintas del catolicismo. Las prácticas actuales que someten la selección de instructores religiosos a la autorización de la Conferencia Episcopal nacional no están de conformidad con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos."

En el escrito de interposición de la demanda, los actores citaban como infringidos, en su criterio:
  • Los principios de igualdad y dignidad.
  • La libertad de enseñanza.
  • La libertad religiosa.
  • La libertad de cátedra y las atribuciones constitucionales de las instituciones de educación superior universitaria.
  • El derecho al trabajo.
  • El principio de reserva legal en materia de regulación de derechos fundamentales.
  • Los parámetros constitucionales de razonabilidad y proporcionalidad. Y,
  • Diversas normas propias del derecho internacional de los derechos humanos, incluyendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos; y el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) relativo a discriminación en materia de empleo.
La Sala dio curso a la acción, confiriéndole audiencia a la Procuraduría General de la República, al Ministerio de Educación Pública y a la Conferencia Episcopal de Costa Rica. La primera se manifestó a favor de la acción, mientras que los últimos lo hicieron en contra. Posteriormente se apersonaron también en el expediente, como coadyuvantes, el Instituto Tecnológico de Costa Rica, la Universidad Nacional y la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional (a favor de la acción); así como la Asociación de Profesores de Educación Religiosa (en contra).

Finalmente, el 2 de febrero pasado, la Sala dictó la sentencia número 2010-02023, cuya parte dispositiva o "Por tanto" señala, en síntesis:

"Se declara con lugar la acción y en consecuencia se anula el Art. 34 párrafo segundo del Reglamento a la Ley de la Carrera Docente (Decreto ejecutivo numero 2235-E-P del 14 de febrero de 1972) (...); en lo demás se declara sin lugar. El Magistrado Mora pone nota. Los Magistrados Cruz, Armijo y Castillo salvan el voto y declaran sin lugar la acción. Los Magistrados Cruz y Castillo ponen nota."

Como ya indiqué, aun no se conoce la redacción integral del fallo de la Sala, por lo que sería prematuro tratar de profundizar en sus motivos y efectos. Aun así, es posible ofrecer para el debate algunas ideas en torno a una educación religiosa que esté en armonía con los compromisos jurídicos y morales del país en materia de derechos humanos.

Parto de que el fenómeno religioso es objeto de estudio importante y meritorio. Es un elemento clave para comprender la historia de los pueblos y representa además un factor de influencia en multitud de campos del quehacer humano (arquitectura, música, derecho, etc.). La riqueza del aporte de las distintas religiones del mundo es incuestionable y la educación y cultura de una persona se verían seriamente empobrecidas si no incorporaran al menos algunas generalidades sobre estos aspectos. En el presente, gran cantidad de dilemas y conflictos que observamos a diario en el mundo están marcados por el signo de lo religioso y no pueden ser entendidos sin tener en cuenta dicha variable. Además, infinidad de personas invocan motivos de religión para justificar actos que van de la más sublime nobleza a la más pura maldad. De modo que el examen más abierto e imparcial posible del hecho religioso, así como el debate libre en torno a él, están sobradamente justificados.

Segundo, los mismos convenios internacionales que mencioné establecen, de modo indudable (se comparta o no), el derecho que tienen los padres a dar a sus hijos una educación religiosa acorde con sus creencias. La cuestión radica en que hay quienes creen que ello se traduce en un derecho de carácter prestacional, a cargo del Estado, lo que a mi juicio es incorrecto. Que exista un derecho a la propiedad privada, por ejemplo, no implica que el Estado tenga la obligación de dar propiedades a todos. Entonces, el derecho de los padres a procurar una educación religiosa para sus hijos solo conlleva, de parte del Estado, el deber de garantizar que pueda ser ejercido sin interferencia o estorbo de otros, pero no a brindar la formación y, mucho menos, a brindarla de un credo en particular. El art. 75 de la Constitución Política, con todo y sus peros, manda no impedir el libre ejercicio de otros cultos distintos al católico. Que los estudiantes de los centros educativos estatales reciban solo lecciones de religión católica representa una práctica "monopolística" si se quiere, que dificulta el ejercicio de otros credos e infringe el derecho -igualmente indudable- de los padres que prefieran que sus hijos no reciban ninguna clase de educación religiosa.

Tercero, es claro que la necesidad de que escuelas y colegios públicos no inculquen un credo religioso en particular -como manifestación también del principio democrático de separación de Estado y religión- no presenta impedimento para que instituciones privadas ofrezcan la instrucción religiosa que quieran (aunque es obvio que optar por un esquema exclusivista -del signo que sea- perjudica la educación de sus alumnos, al darles una formación incompleta).

Así pues, el quid del diseño de un curriculum de enseñanza religiosa para el sistema educativo público es tener clara la diferencia entre dar clases de religión y dar clases sobre religión. Al Estado incumbe ofrecer una instrucción plena, que sea respetuosa del derecho de los educandos a recibir una educación de calidad y que fomente en ellos y ellas un pensamiento libre y crítico, en vez de deformarlos con una visión parcial (y parcializada) de un fenómeno tan amplio y rico como el religioso. Y, por su parte, el derecho de los padres a la formación de sus hijos en un credo en particular debe ejercitarse libremente en el seno de la familia, de las organizaciones religiosas y de la educación privada.

19 de agosto de 2009

Sitio interesante de documentales

Se trata de "Documentary Heaven", que ofrece documentales clasificados en diversas categorías temáticas. Eso sí, hay muy pocos en español.

22 de mayo de 2009

Guías sexuales del MEP: la historia sin fin

Hace más de cuatro años, en el artículo "El dedo en la llaga", me refería al inacabable dilema de las guías de orientación sexual para niños y jóvenes en la enseñanza pública. Al cabo del tiempo, el problema sigue sin resolver, mientras el Ministerio de Educación Pública (MEP) da largas al tema (por ahora, su versión de las guías solo está disponible electrónicamente) y la Iglesia Católica persiste en tratar de imponer su propio punto de vista.

En la sección de Opinión de La Nación de hoy, los doctores Danilo Medina y Francisco Fúster escriben "El condón y las guías sexuales de la Iglesia" y hablan claro: "... las guías sexuales deben aprovecharse para educar y ofrecer la posibilidad de crear conciencia". Y piden al MEP "que, en forma científica y diligente, base su propuesta para guías sexuales, para que sean reales, propias de nuestro tiempo y congruentes con una sociedad inteligente, que debe a toda costa prevenir las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad".

Pero el tiempo pasa y nuestros niños y jóvenes siguen desprovistos de orientación científica y humanista en un tema fundamental. ¿Hasta cuándo?

17 de enero de 2009

Votos de castidad: inefectivos (qué sorpresa...)

Según un estudio divulgado por el servicio informativo MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU., los votos de castidad no modifican la conducta sexual.

"Los adolescentes que hacen votos de castidad hasta el matrimonio no serían más propensos que sus pares a cumplirlos, pero sí menos proclives a tomar precauciones durante las relaciones sexuales", lo cual es un claro motivo de preocupación.

Añade la noticia: "A menudo, los votos de castidad son parte de los programas de educación sexual centrados en la abstinencia y cientos de iglesias, escuelas y universidades en Estados Unidos los están promoviendo."

Hace cuatro años escribí sobre el tema de la educación sexual en "El dedo en la llaga". ¿Tendremos este año, por fin, algún avance serio sobre este tema?

(Foto de appletreeblog.com)

6 de octubre de 2008

Háganle caso a Jeffrey Sachs

En La Nación de ayer aparece un excelente artículo títulado "Amenaza antiintelectual americana", de Jeffrey D. Sachs, profesor de Economía y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia. Allí, Sachs se queja de la actitud de un sector del electorado estadounidense, cuya simpatía hacia la candidata republicana a la Vicepresidencia, Sarah Palin, pareciera estar fundado esencialmente en lo que Sachs llama el "antiintelectualismo", que es "una perspectiva agresivamente anticientífica, respaldada por el desdén a quienes se atienen a la ciencia y sus pruebas".

En este artículo existen algunas felices coincidencias con "La importancia de un debate", mi artículo del 27/9/2008 anterior, también en La Nación, acerca de la polémica suscitada en torno al tema de la evolución por selección natural. Veamos:

En mi artículo, dije que uno de los verdaderos grandes problemas que enfrentan nuestro país y el mundo es el del cambio climático, agregando que problemas como ese

"… pueden y deben ser enfrentados inteligentemente, mediante soluciones que dependerán en gran medida de los avances científicos y tecnológicos".

Sachs, por su parte, señala:

"El cambio climático, por ejemplo, plantea amenazas terribles al planeta que se deben evaluar conforme a las normas científicas actuales y la capacidad en desarrollo de la ciencia del clima".

Luego dije:

"La solución de los grandes problemas nacionales y mundiales exige, primero, que haya personas que tengan la formación y el talento para investigar y proponer soluciones. Segundo, que haya líderes que tengan la capacidad de entender esas soluciones y dotarlas de voluntad política..."

Y Sachs opina:

"Necesitamos a políticos con conocimientos científicos y adeptos al pensamiento crítico basado en las pruebas para que plasmen esos hallazgos y recomendaciones en políticas y acuerdos internacionales."

Mi artículo dice, acerca del debate en torno a la evolución darwiniana:

"Algunas de las posiciones expuestas ponen de relieve sensibles deficiencias en el dominio de principios científicos básicos en sectores de la población. Dominar al menos los rudimentos de la evolución (o de la relatividad, o del arte, o de la filosofía, etc.) no es de la provincia exclusiva de los especialistas, sino que forma parte de una cultura general básica que se aprende en la secundaria."

Sachs, por su parte, comenta:

"[Los planteamientos anticientíficos reflejan] el hecho de que un porcentaje importante de la sociedad americana, que actualmente vota principalmente a los republicanos, rechaza o simplemente desconoce pruebas científicas básicas relativas al cambio climático, la evolución biológica, la salud humana y otras esferas. (...) [Algunos] de esos negacionistas son simplemente ignorantes en materia de ciencia, víctimas de la deficiente calidad de la enseñanza de la ciencia en los Estados Unidos."

Mi artículo concluye diciendo:

"... detrás de una disputa como la que se ha venido dando en este diario, se revela la necesidad de reforzar los programas educativos, así como de brindar al crecimiento científico y técnico la relevancia que merece.

Prestar atención a la educación en general y a la educación científica en particular, tanto de niños y jóvenes como de la colectividad, es crítico para el futuro del país y de la humanidad."

Y el artículo de Sachs concluye señalando:

"Los procesos científicos mundiales, como el IPCC, son decisivos porque representan nuestra mayor esperanza de creación de un consenso basado en las pruebas científicas.

Los EE.UU. deben regresar al consenso mundial basado en la ciencia compartida y no en el antiintelectualismo. Ese es el imperativo urgente en el corazón de la sociedad americana actual."

Puesto que sería sin duda demasiado pretencioso esperar que un modesto criterio como el mío tenga gran resonancia, no me queda más que concluir pidiendo a todos que no presten demasiado atención a mi artículo. Pero, por favor, háganle caso a Jeffrey Sachs.

2 de octubre de 2008

Curso de procesos constitucionales (recordatorio)

Los días 7, 14, 21 y 28 de octubre próximo, nuevamente estaré impartiendo en el Colegio de Abogados el curso "Habeas corpus, amparo y acción de inconstitucionalidad: aspectos teórico-prácticos". El horario es de 5 a 9 p.m., las cuatro sesiones. El costo de inscripción es de 18.000 colones. Para más información e inscripciones, llamar al Departamento Académico del Colegio, tels. 2202-3641, 2202-3669 o 2202-3625. También se puede encontrar un formulario de inscripción en el sitio web del Colegio.

27 de septiembre de 2008

La importancia de un debate

Artículo publicado en la sección "Página Quince" de La Nación del día de hoy (ver publicación original)

Mi artículo del 1/7/08 sobre el 150 aniversario de la teoría darwiniana de la evolución por selección natural despertó un debate en estas páginas que se ha prolongado por dos meses y medio. Algunas personas podrían estar preguntándose si esta polémica es importante y necesaria o no. Quiero explicar por qué sí lo es.

Hace unos días, un amigo me decía: “Teniendo el país los graves problemas que tiene, ¿te parece bien que haya gente dedicando tiempo a debatir sobre la evolución?”. Pues yo diría que eso depende que cuáles crea uno que son los grandes problemas nacionales. ¿Serán los asuntos del dinero de Taiwán, las consultorías del BCIE o lo que hizo un exmagistrado suplente de la Sala Constitucional? Permítanme asegurar confiadamente que esos son temas de los cuales, dentro de 2 ó 3 años (si no antes), nadie se va a acordar.

¿Se tratará, más bien, de la crisis petrolera, derivada de nuestra excesiva dependencia de fuentes energéticas no renovables; o el cambio climático; o la crisis alimentaria; o las amenazas a la salud pública por toda clase de enfermedades? ¡Claro que sí! Esos son serios dilemas que confrontan nuestro país y el resto del mundo. Sin embargo, esos y otros problemas similares pueden y deben ser enfrentados inteligentemente, mediante soluciones que dependerán en gran medida de los avances científicos y tecnológicos; y estos, en última instancia, son fruto de la educación.

Dominio de conceptos. Por eso es importante debatir. Algunas de las posiciones expuestas ponen de relieve sensibles deficiencias en el dominio de principios científicos básicos en sectores de la población. Dominar al menos los rudimentos de la evolución (o de la relatividad, o del arte, o de la filosofía, etc.) no es de la provincia exclusiva de los especialistas, sino que forma parte de una cultura general básica que se aprende en la secundaria.

Esto lo digo a propósito de quienes en algún momento pretenden descalificar del debate a quienes no somos científicos de profesión. A ellos respondo: comprender los fundamentos de la evolución es propio de cualquier persona medianamente educada.

La solución de los grandes problemas nacionales y mundiales exige, primero, que haya personas que tengan la formación y el talento para investigar y proponer soluciones. Segundo, que haya líderes que tengan la capacidad de entender esas soluciones y dotarlas de voluntad política. Tercero, que exista una ciudadanía educada que tenga la capacidad de seguir inteligentemente el debate y dar su respaldo a las soluciones elegidas.

El surgimiento y aceptación de doctrinas pseudocientíficas como el “diseño inteligente” revela fallas en la educación científica básica. Denunciarlas enérgicamente es indispensable para evitar que la ciudadanía se vea sorprendida en su buena fe por personas que persiguen avanzar una agenda que, en realidad, no tiene nada que ver con la honesta búsqueda de la verdad acerca de cómo funciona el mundo natural.

Educación científica. No quiero decir, ni por asomo, que otros problemas que están sobre el tapete sean triviales o que debamos desatenderlos; ni que no debamos formar criterio acerca de algunas de las cuestiones más o menos transitorias que tapizan las primeras planas de los diarios. Lo que digo es que no debemos caer en el equívoco de creer que esos son, necesariamente, los únicos o los principales dilemas que enfrentamos (es tan común que lo urgente se confunda con lo importante); o dejar de darnos cuenta de que, detrás de una disputa como la que se ha venido dando en este diario, se revela la necesidad de reforzar los programas educativos, así como de brindar al crecimiento científico y técnico la relevancia que merece.

Prestar atención a la educación en general y a la educación científica en particular, tanto de niños y jóvenes como de la colectividad, es crítico para el futuro del país y de la humanidad. Por eso, el debate en torno a la evolución debe considerarse provechoso, oportuno y bienvenido.

Sala Constitucional reprueba discriminación religiosa en la educación

Según informa hoy el diario La Nación, la Sala Constitucional ha ordenado a un colegio privado católico no discriminar a una de sus estudiantes, por el hecho de profesar una confesión diferente. "Los colegios privados no podrán solicitar como un requisito de admisión que los estudiantes sean de una religión determinada. Tampoco podrán obligarlos a recibir lecciones de religión, pese a que el centro educativo sea dirigido por monjas o sacerdotes."

Los hechos ocurrieron en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cartago, en el que a una estudiante de sétimo año, "además de obligársele a recibir lecciones de religión, se le ofendía verbalmente y recriminaba constantemente por ser de otra religión".

La dirección del colegio sostiene que nunca hubo intención de discriminar.

21 de septiembre de 2008

Curso de procesos constitucionales

Los días 7, 14, 21 y 28 de octubre próximo, nuevamente estaré impartiendo en el Colegio de Abogados el curso "Habeas corpus, amparo y acción de inconstitucionalidad: aspectos teórico-prácticos". El horario es de 5 a 9 p.m., las cuatro sesiones. El costo de inscripción es de 18.000 colones. Para más información e inscripciones, llamar al Departamento Académico del Colegio, tels. 2202-3641, 2202-3669 o 2202-3625. También se puede encontrar un formulario de inscripción en el sitio web del Colegio.

19 de julio de 2008

Estudie en el M.I.T. con OpenCourseWare

¿Alguna vez ha soñado con estudiar en una universidad como el famoso Massachusetts Institute of Technology (MIT)? Pues bien, a través de una iniciativa llamada OpenCourseWare, ese prestigioso centro de estudios pone al alcance de cualquiera, gratuitamente, miles de cursos en áreas de las ciencias y las humanidades. Esta es una dirección web que definitivamente conviene guardar.