Este artículo, escrito originalmente en junio del 2010, fue revisado y publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación de hoy (ver publicación)

Todo comenzó cuando un compañero de trabajo me hizo una extraña pregunta: "¿Te cuesta sonreír para una fotografía?". Contesté: "Mucho, siempre salgo haciendo cara rara". Para mi sorpresa, me dijo "Sos Asperger". Aunque me considero razonablemente educado, nunca había oído la palabra y no le presté mucha atención. Pero después fue mi cuñada la que inquirió: "Cuando alguien te dice algo de doble sentido, ¿lo entendés rápido?" Respondí: "Jamás, siempre me va 'cayendo el cuatro' hasta al rato". Me dijo "Sos Asperger".
No tenía idea de qué me hablaban y me resistí un tiempo a investigarlo (sospechando que eso era exactamente lo que esperaban que hiciera un Asperger), pero finalmente pudo más la curiosidad. En la Wikipedia leí, consternado, que el síndrome de Asperger (SA) es "un trastorno neuromental que forma parte del espectro de trastornos autísticos". La cosa no pintaba nada bien. Líneas más abajo, decía que las personas con SA "no son empáticas; se puede decir que tienen una especie de 'ceguera emocional'". Y, dicho y hecho: "Es frecuente que las sonrisas 'voluntarias' en las fotografías familiares sean una colección de muecas sin gracia. (...) Las personas con SA en general son incapaces de 'leer entre líneas', es decir, se les escapan las implicaciones ocultas en lo que una persona les dice de forma directa".
Para mi tranquilidad -creo- el artículo seguía diciendo que el SA es un trastorno de severidad variable y "algunos pacientes se aproximan a un nivel de normalidad en sus habilidades de comprensión e interpretación de las señales no verbales". Acto seguido venía una larga lista de síntomas, algunos no muy halagüeños, otros no tan malos. Unos no se me aplicaban -creo- pero otros eran casi como si hubieran hecho un retrato hablado mío.

Así pues, no es de sorprender que las características del Asperger puedan traer muchas complicaciones en la vida, especialmente en la niñez y temprana juventud. Una de ellas, la de ser bastante inútil para los deportes, no es precisamente cosa que ayude a la popularidad en esas etapas. No es inusual que una maestra no preparada en el tema tienda a considerar a un niño con SA como arrogante, insubordinado o simplemente "raro". Para complicar más las cosas, el síndrome se presenta con diferentes niveles, dando lugar a que el niño exhiba más o menos síntomas que dificultan la detección. Muchos terminan siendo víctimas de acoso, matonismo o discriminación.
Y esa es justamente la razón por la que me decidí a escribir estas breves líneas sobre el tema, porque me parece importante que la sociedad sepa más de él. De ese modo, la vida quizás llegue a ser un poco menos complicada para muchos, de lo que a ratos ha sido para mí. Y que no les pase como cuando le conté a una amiga del asunto: con una gran sonrisa, simplemente me dijo "Eso lo explica todo", pero a estas horas no he logrado entender qué quiso decir...