Acerca de lo sucedido no cuento más que con decires y rumores, pero -partiendo de esa base- los hechos parecieran ser los siguientes: una conocida modelo y presentadora nacional, cuya carrera venía en ascenso, grabó, en la privacidad de su hogar, un video íntimo dedicado a su novio y que debía ser visto únicamente por él. Sin embargo, de algún modo -las versiones difieren sobre si se trató de una traición de confianza o de una sustracción perpetrada por un tercero- la grabación fue puesta a circular públicamente. Como resultado del consiguiente escándalo, Pamela Alfaro fue despedida de su empleo en Canal Siete.
Si las cosas ocurrieron realmente de ese modo (repito: no tengo evidencias o confirmación en un sentido u otro), me sobreviene una pregunta: ¿exactamente qué habría hecho de malo Pamela? Y la respuesta surge indudable e inmediata: absolutamente nada. Por el contrario, me parece que ella es la víctima inocente de un entrelazado de factores, entre los cuales juegan un papel preponderante la hipocresía, la doble moral y un machismo galopante.
Para comenzar, Pamela ha visto mancillado su derecho a la intimidad. Si el video no fue hecho para consumo general, nadie -ni siquiera su destinatario original- tendría derecho a darlo a conocer.
Segundo, ella está siendo juzgada en el tribunal de la opinión pública -un tribunal de jueces anónimos, la mayoría de los cuales gustan de juzgar cobardemente desde la oscuridad y que, además, dictan sentencias más duras cuando de mujeres se trata- como si hubiera hecho algo reprensible e inmoral. No obstante, de lo que se sabe, en la grabación solamente aparece una muchacha, joven y hermosa, haciendo algo que toda mujer tiene derecho a hacer: disfrutar plenamente de su sexualidad en privado. Pero, "¿Quién la mete a ponerse a filmarlo?", objetarán algunos. A lo cual respondo: lo hizo dentro de los confines de una relación personal; y lo que los adultos deciden hacer -libre y concientemente- con su vida íntima, no es de la incumbencia de nadie más.
Tercero -y como si lo anterior fuera poco- la despiden. Pero, si el video ha circulado sin su conocimiento ni consentimiento, ¿exactamente qué falta cometió Pamela contra sus deberes laborales? Y, además, ¿no es ésta la misma televisora que alimenta sus
ratings a partir de las frivolidades, deslices e intimidades de la farándula (verdadera o pretendida)? ¿No es cierto -para citar solo un ejemplo- que unos minutos antes de la edición noticiosa de las 7 p.m., existe un espacio por el cual desfilan -públicamente, no en la intimidad- hombres y mujeres en diversos estadios de semidesnudez, mientras un coro invisible de otros hombres y mujeres hacen gala de pachuquismo, mediante ruidos guturales de aprobación o desaprobación? Por alguna razón, esto (me refiero a la transformación de la sexualidad en objeto de consumo mediático) no pareciera objetable en absoluto.
Y una pregunta final: ¿no habrá una renuncia colectiva por parte de las y los compañeros de labores de Pamela, en solidaridad con su colega y amiga, en defensa de su dignidad como persona y mujer (y, de paso, como reafirmación de sus propios derechos)?
Lo más probable es que estas modestas reflexiones no sean leídas por ella, pero si pudiera hacerle llegar un consejo amistoso a Pamela, sería éste: reflexione acerca de las lecciones que le deja este episodio y, después, levántese y camine con la frente en alto. A mi, al menos y de lo que he escuchado, no me parece que haya hecho nada de lo que tenga que arrepentirse. Mire a los demás directamente a los ojos, con la tranquilidad que produce tener la conciencia tranquila. Usted no ha hecho nada malo. Los que están mal, muy mal, son quienes la han convertido en víctima de un crimen inexistente.
Nota posterior: Pamela Alfaro plantea denuncia y ofrece
declaraciones al Diario Extra (16/12/2008).