27 de marzo de 2012

Hágase rico despacio

Este artículo apareció en la sección "Página Quince" de La Nación de hoy (ver publicación)

En esta vida, hay abundancia de personas dispuestas a derramar sobre uno su sabiduría (auténtica o imaginaria) acerca de cómo ganar dinero. El mundo real y también el virtual están llenos de eso. Dinero: cuanto más rápido, mejor. Por eso, podría sonar extraño que desde hace algún tiempo venga dedicando parte de mi tiempo a seguir un blog en Internet con el curioso nombre de “Get Rich Slowly” (“Hágase rico despacio”), cuyo objetivo es dar consejos sensatos, para gente común y corriente, sobre cómo alcanzar la estabilidad y salud financieras.

El material presentado en el sitio es mucho como para resumirlo en este breve comentario, así es que me voy a concentrar en algunos de los principios generales que asoman constantemente en los artículos publicados en GRS:

Fíjese metas. Es imposible saber si se ha llegado al final del camino cuando uno no sabe hacia dónde va. En materia financiera, las metas son como un faro que ilumina el camino. Se puede tener una o varias y éstas, a su vez, pueden ser relativamente simples (actualizar el vestuario) o complejas (comprar casa; lanzar una empresa propia). Además, pueden –y deben– ir cambiando con el tiempo, dependiendo de las necesidades y sueños de cada etapa de la vida.

Haga cuentas. Una cosa es la forma en que el dinero entra y sale realmente de nuestro bolsillo y otra es la forma en que uno cree que eso sucede. Para lograr lo primero, es indispensable llevar control de ingresos y gastos. No es tan importante cómo se haga (en papel o en computadora), sino hacerlo consciente y disciplinadamente.

Tenga un presupuesto. Va de la mano con los dos puntos anteriores. Una vez que se ha llevado las cuentas por un tiempo y se ha trazado una o más metas, el presupuesto (tanto familiar como personal) se convierte en la hoja de ruta para navegar hacia el control financiero. Hay múltiples formas de hacerlo y no necesariamente lo que es bueno para alguien lo será también para uno, pero una regla comúnmente sugerida es: asigne un 50% de sus ingresos para cubrir necesidades, un 20% para ahorros y lo demás para los gustazos.

Gaste menos de lo que gana. Es de sentido común, pero no en vano dicen que ese es el menos común de los sentidos. Esta es la regla más importante de todas. Si va a aplicar solo uno de estos consejos, que sea éste.

Revise sus recibos y estados de cuenta. Periódicamente, dé una mirada a las facturas por servicios que recibe, así como a los estados de cuenta bancarios y de tarjetas de crédito y pregúntese si está obteniendo lo que merece o si existen posibilidades u opciones mejores.

Infórmese y compare. ¿Sus cuentas de ahorros tienen una adecuada rentabilidad, en comparación con otros bancos? ¿Son excesivos los cargos de administración que le cobran? ¿Su tarjeta de crédito le da las recompensas que necesita, en función de sus metas e ilusiones? Si no, podría ser hora de hacer cambios en estos rubros.

Tenga un fondo para emergencias. La vida trae sorpresas y estas no son siempre agradables u oportunas. Puede ser la pérdida del empleo, un desperfecto en la casa o una enfermedad propia o de un ser querido. En la medida de lo posible, hay que estar preparado y contar con un respaldo al que se pueda echar mano en forma eficaz. Hay que ser disciplinado (nada de peros ni excusas) en ir agregando recursos al fondo hasta que alcance un nivel adecuado y procurar mantenerlo invertido productivamente, pero lo más al alcance de la mano que sea razonablemente factible.

Salga de deudas. Es prioritario eliminar deudas o, al menos, reducirlas lo más posible. En GRS recomiendan el “método de la bola de nieve”: a) fije un monto mensual para el pago de deudas; b) dedique todo lo que pueda a cancelar la menor de sus deudas (sí, leyó bien, la menor), mientras paga el mínimo para mantener al día las demás; c) una vez que cancele la menor, no reduzca el monto presupuestado para pago de deudas, sino que asigne todo lo que pueda a la siguiente obligación que sea menor a las demás. Y así sucesivamente. De ese modo se genera un impulso creciente, aunado a la grata retroalimentación de ir saliendo de deudas.

Piense en la jubilación. Toda persona trabajadora, por joven que sea (de hecho, cuanto más joven, mejor) necesita tener en mente sus necesidades en la “edad de oro” y procurar asegurar las mejores condiciones que sea posible. Hoy en día, eso implica ir más allá de la pensión mínima y buscar opciones complementarias. En nuestro medio, el solidarismo es una excelente posibilidad para valorar.

Automatice sus finanzas. Intente que su gestión financiera no sea más laboriosa de lo necesario. Aproveche opciones como las deducciones salariales directas y los cargos automáticos de tarjeta de débito o crédito para cancelar recibos y pagar deudas (todo ello respaldado, claro está, por su presupuesto mensual). Utilice las transferencias programadas que ofrecen los bancos para mover sumas fijas de su cuenta principal a cuentas de ahorros.

Obtenga dinero extra. Si su tiempo y situación particular lo permiten, existen múltiples formas –en las que quizás no haya pensado antes– de mejorar sus ingresos. Dedicarse a algún hobby remunerado (como hacer manualidades que pueda vender), dar clases en su tiempo libre o vender artículos en desuso por medio de sitios en línea como eBay, son algunas de las opciones disponibles.

Racionalice sus gastos. Puesto que es inevitable gastar, gaste inteligentemente. Dedique pensamiento a las compras que haga, buscando continuamente formas de economizar. No se trata de vivir como un ermitaño, sino que ahorrar en las cosas menos importantes, para que pueda disponer de más para lo que realmente le interesa.

Edúquese. Busque saber más sobre finanzas personales. Existen infinidad de recursos, tanto físicos (libros, cursos) como en Internet, que le permiten estudiar y familiarizarse más con términos y técnicas de ahorro, inversión, creación de presupuestos, etc. Pregunte a otros familiares y amigos. Como dicen, la única pregunta tonta es la que no se hace.

Finalmente, tenga presente que ser rico no implica ser millonario. Innumerables estudios reafirman que a partir del momento en que se logra obtener un balance suficiente como para disfrutar de tranquilidad financiera, agregar más dinero no se traduce en mayor felicidad personal. Recuerde, además, que la riqueza de la vida se halla más en las vivencias que en las posesiones: se obtiene más satisfacción, por ejemplo, realizando un viaje soñado que comprando un automóvil de lujo. El dinero es un medio para crear calidad de vida, no un fin en sí mismo. Así es que olvídese de vanas nociones y disfrute haciéndose rico despacio.

2 comentarios:

Sarita M. C. dijo...

Excelente artículo, en especial me gusta el cierre. A la gente se le olvida que la tranquilidad financiera es más importante que una casa de lujo... pero no por eso son excluyentes. Nada más es cuestión de ordenar las prioridades.

Lo felicito por la exposición tan clara de las ideas.

-Sarita Monge

Christian Hess Araya dijo...

Sarita: Muchas gracias por el amable comentario.