21 de diciembre de 2006

La carrera de las ratas

Palabras leídas por mi esposa durante el acto de graduación de la generación 2006. Escrito en agradecimiento a la Dirección y a todo el personal del Centro de Innovación Educativa (*)

Hace algunos días, me comentaba un hermano mío que para lograr el ingreso de su hijo de 4 años a la educación preescolar, éste debió pasar por un proceso de pruebas de admisión que más bien hacían parecer que estuviera pidiendo ingreso a la Universidad de Harvard.

Y es que hoy en día, aparentemente ni los niños tienen ya derecho a ser sencillamente eso: niños. Cuanto más pronto se les pueda arrojar al torbellino de la competencia despiadada ("la carrera de las ratas", como tan gráficamente lo llaman en otros países), mejor. Ni siquiera el hecho de tener apenas 4 años exoneran a nadie de comenzar a cargar el peso del estrés sobre sus hombros. Desgraciadamente, muchos que no son más que bebés probarán a esa tierna edad el amargo sabor del rechazo por primera vez.

Hoy, entonces, abundan los centros educativos que tienen por norma someter a los pequeños que apenas entran al proceso educativo a una zaranda que les permita separar el trigo de la paja, escogiendo solo a aquellos que logren satisfacer sus particulares criterios de admisibilidad y evitando así que los que son "químicamente impuros" puedan corromper sus estándares de excelencia. Serán muchos los llamados y pocos los escogidos. A no dudarlo, éstos últimos estarán encaminados -de modo casi garantizado- a un futuro académico brillante. El centro educativo en cuestión luego podrá "rajar" de sus elevados niveles de promoción y de cómo sus graduandos (muchos de ellos robotizados hasta la perfección) logran los primeros promedios de entrada a la universidad y las mejores becas al extranjero.

Pero, la verdad, a mi me parece que esos centros en realidad la llevan fácil, porque ya desde el principio, como decimos popularmente, "van montados". Así hasta yo.

Por otro lado, están los centros educativos de verdad. A éstos, muchos niños y jóvenes llegan luego de sufrir el rechazo o la incomprensión de escuelas y colegios que no los consideraron suficientemente meritorios. Muchos de ellos eran tan solo diamantes sin pulir, que por alguna razón nunca lograron hacer migas con el sistema de línea de ensamblaje que impera en otros sitios.

En los centros educativos a los que me refiero, esos niños y jóvenes tienen oportunidad. Allí se les recibe y apoya, reconociendo y respetando su dignidad intrínseca de personas, aunque a veces ésta parezca estar oculta bajo un pelo largo o un temperamento brusco. Y, así, muchos de ellos logran sortear los escollos y llegar finalmente a buen puerto, culminando -tras años de esfuerzo, matizados por no pocos momentos de frustración- su educación primaria o secundaria.

Lo que hizo la diferencia para esas personas fue que hubo quien les tendiera la mano. Hubo quien supo reconocer en ellas el diamante escondido.

No siempre se logra la victoria, pero cada una que se alcanza tiene que hacer que valga la pena. Quienes hacen esto posible -a veces contra todas las probabilidades- son los que realmente merecen ser llamados educadores.

* = El Centro de Innovación Educativa es un colegio de secundaria, localizado 200 metros al norte de la agencia del Banco de Costa Rica en Moravia, San José, Costa Rica. Teléfonos 2240-4059 y 2236-3167.

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