3 de enero de 2004

Eupraxsofía

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

¿Se puede llevar una vida recta, feliz y productiva, sin necesidad de fundar nuestros principios en determinado credo religioso? Paul Kurtz, profesor emérito de Filosofía de la Universidad del Estado de Nueva York, responde con un enfático sí en "Living without religion", que acabo de leer en su reimpresión de 1994.

En esta obra, Kurtz acuña el término eupraxsofía para referirse a un humanismo secular orientado en ese sentido. Proviene de las raíces griegas eu (buena), praxis (práctica o conducta) y sophia (sabiduría). De acuerdo con su propuesta, el humanismo incluye cuatro componentes básicos: un método de indagación, una visión del mundo, una actitud ante la vida y una postura sociopolítica.

En cuanto al primero, explica que el humanista rechaza la autoridad arbitraria para imponer la verdad, favoreciendo más bien el cuestionamiento crítico en todas las áreas del quehacer. La veracidad de cualquier pretensión debe ser evaluada a partir de la evidencia empírica que la sustente, de sus consecuencias observables y de su consistencia lógica, tanto interna como relativa al restante cuerpo de conocimiento. Se debe estar además abierto a la posibilidad de que nueva evidencia la contradiga y obligue a su reexamen.

La mundivisión humanista se basa, en particular, en el conocimiento científico. Este permite apreciar la majestad del cosmos en su correcta dimensión, reconociendo que, aunque la regularidad y el orden de una parte de él parecieran apuntar a un diseño expreso, también están presentes lo aleatorio, el conflicto y el caos. El antropocentrismo –la idea de que los seres humanos somos el centro y razón de ser de todo– es, en este sentido, infundado y arrogante.

El libre albedrío. El elemento clave de la actitud humanista frente a la vida es la convicción de que nuestro destino está regido por el libre albedrío, aunque dentro de obvias limitaciones y restricciones externas. Por eso, nuestros estándares morales deben ser el resultado de decisiones racionales, basadas tanto en la búsqueda de la felicidad personal como en la apreciación de los derechos y necesidades de los otros. Según Kurtz, las virtudes básicas del humanista son el valor (para enfrentar la vida y prevalecer a pesar de la adversidad), la razón (el uso de la inteligencia crítica para solucionar los problemas y comprender la naturaleza) y la solidaridad (la conciencia moral de las necesidades de los demás).

Para la eupraxsofía, todo lo anterior debe estar íntimamente ligado a una acción en lo social y lo político; a un compromiso activo de construcción de una sociedad justa. El humanismo no se traduce en una plataforma político–electoral concreta, reconociendo que lo crucial es la coincidencia en los principios generales, no la afiliación partidaria o ideológica. Entre esos principios se hallan el compromiso con los mecanismos democráticos de persuasión, el reconocimiento pleno de los derechos humanos y el fomento –no solo, pero sí especialmente por la educación– de oportunidades para que todos puedan satisfacer sus necesidades económicas y culturales.

La eupraxsofía no es religión; es decir, no divide al mundo en lo sagrado y lo secular, ni es un conjunto institucionalizado de creencias y prácticas fijadas en torno a una deidad. Se nutre más bien del creciente bagaje de conocimiento científico, así como de su integración y generalización por medio de la filosofía, para traducirse en lineamientos prácticos aplicables a la vida diaria.

De acuerdo con el autor, un humanismo secular así entendido tiene la capacidad de capturar la imaginación y dar paso a sólidas convicciones, que, a su vez, inspiren acciones concretas en la inacabable labor de construir una sociedad justa y un mundo mejor para las generaciones de hoy y mañana. Lo primordial, concluye Kurtz, es tener el valor necesario para romper las cadenas del miedo, la ignorancia y el autoengaño para tomar por los cuernos al toro de la vida y disfrutar plenamente el aquí y el ahora.

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