1 de enero de 2014

La permanencia del cambio

Este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación)

Hace algún tiempo leí un libro del cual quiero hacer a ustedes aunque sea un apretado resumen. Se titula "Cambiando para bien" y, por lleva por subtítulo, "Un revolucionario programa de seis etapas para superar malos hábitos e impulsar su vida positivamente hacia adelante". Aunque no es reciente, pues fue publicado por primera vez en 1994, me parece que sus enseñanzas siguen estando plenamente vigentes y de allí el interés por compartirlas.

En la obra, sus autores, los sicólogos estadounidenses James O. Prochaska, John C. Norcross y Carlo C. Diclemente, resumen los resultados de muchos años de investigación acerca de los factores que determinan que una persona logre o no superar exitosamente y por sí sola algún estilo de vida negativo. En principio, el libro está orientado hacia hábitos tales como el fumado, el alcoholismo, el consumo compulsivo, etc.; sin embargo, las ideas y sugerencias que propone son perfectamente generalizables a otras clases de conductas perniciosas, patrones de pensamiento adverso o situaciones de vida negativas; en fin, a cualquier clase de situación que se pueda querer o necesitar cambiar para bien.

Según se expone, las personas que son capaces de lograr una transformación exitosa en su vida (lo cual supone no solo completar el cambio deseado sino, además, lograr que éste se prolongue en el tiempo), en general pasan por una secuencia de seis etapas claramente definidas, ninguna de las cuales es posible omitir. Cada período posee sus características propias y la probabilidad de superarlo con buen suceso requiere de actitudes y estrategias particulares.

La fase de pre-contemplación es aquella en la que el individuo generalmente no es consciente aun de la existencia de un conflicto que requiera solución o se resiste a admitir su existencia. No obstante, el problema es real y presenta manifestaciones objetivamente observables por los demás, ya fueren amigos, familiares u otros. En esta etapa, la influencia de las otras personas o bien la existencia de elementos tales como un diagnóstico médico es lo que suele impulsar al individuo al siguiente paso.

La fase de contemplación se inicia cuando la persona admite la existencia del problema y comienza a considerar hacer algo al respecto. En ella, es usual buscar (o recibir de otros) información sobre el tema y lo que se podría o requeriría hacer para lograr un cambio positivo. A pesar de que es una etapa indispensable, muchos pueden caer en una contemplación indefinida, en la que a pesar de tener claro que algo anda mal, se posterga tomar acciones de cambio, ya fuere por indecisión, negativismo o debido a trampas tales como la racionalización o el pensamiento fantasioso. Para evitarlo, existen técnicas de estímulo emocional que permiten continuar avanzando.

En la etapa de preparación es cuando la persona se compromete a cambiar, tanto consigo mismo como con otros y, para ello, reúne la energía, la voluntad y los recursos para dar el salto adelante. En este momento, el foco de atención ya no va dirigido tanto hacia lo negativo del pasado como hacia las consecuencias positivas del cambio que se persigue. La preparación es como un ensayo para la fase siguiente. Evidentemente, el éxito que se obtenga irá directamente ligado a qué tan bien o no se realice esta previsión.

La fase de acción es la que generalmente tenemos en mente cuando pensamos en cambiar alguna conducta o situación adversa, porque es en este momento donde se da los pasos concretos para lograrlo. Pero esto es un error que puede llevar al fracaso, porque el cambio no se agota aquí y omitir las etapas siguientes es lo que más frecuentemente hace que las transformaciones pretendidas se queden cortas. A lo largo de este plazo, existen diversos mecanismos (como las auto recompensas y el control del entorno) que incentivan a adoptar las acciones de cambio efectivo.

Durante el período de mantenimiento -que puede ser corto o, según sea el caso, prolongarse por el resto de la vida (por ejemplo, en el caso de un alcohólico en recuperación)- es necesario desarrollar una serie de estrategias y acciones que hagan sustentable el cambio y eviten que la persona retroceda y vuelva a caer en la situación que se ha logrado cambiar. El apoyo de familiares, amigos, profesionales, grupos de terapia, etc., es fundamental para lograr que las transformaciones logradas se tornen permanentes.

Finalmente, la etapa de clausura es el momento en que el individuo puede declarar una victoria definitiva sobre su problema, seguro de no regresar nunca más a él. Algunas circunstancias, como en el ejemplo del alcoholismo, nunca podrán llegar a la clausura definitiva; otras sí. Sea como fuere, es en este momento donde se adquiere la perspectiva de un cambio positivo y de una vida más plena y feliz.

Para concluir, me parece que lo fundamental de esta obra es que reafirma que el cambio personal positivo es siempre posible y para ello identifica y clarifica los pasos y las técnicas que ayudan a lograrlo. Que el inicio del nuevo año sea una oportunidad propicia para que todas y todos logremos adquirir un nuevo control sobre nuestros destinos y avancemos hacia el ideal de la felicidad.

4 de diciembre de 2013

Ejecución de las sentencias constitucionales

Este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación)

En la nota publicada en La Nación del 19 de noviembre del 2013 (Mayoría de fallos de Sala IV se acatan, pero con retraso), se incursiona en un tema de la mayor importancia, que es el de la necesidad de asegurar el cumplimiento puntual de las sentencias de la Sala Constitucional que imponen conductas u obligaciones a personas físicas o jurídicas. En el referido artículo se resume las conclusiones a las que sobre ese tema llegó el “Decimonoveno Informe del Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible”, el cual, en breve, revela que aun cuando casi 9 de cada 10 sentencias emitidas por ese alto tribunal son acatadas, solo un 14% de ellas se ejecuta en el plazo ordenado por el fallo. Los datos seguramente sean debatibles, pero ilustran una realidad innegable.
La relevancia del tema se puede condensar en una frase muy costarricense que me dijera una vez el recordado maestro y magistrado don Rodolfo Piza: “Si las sentencias que dictamos no se cumplen, entonces la Sala es pura mantequilla”. En un Estado de derecho que se precie de serlo, pocas cosas podrían ser tan graves como eso.
Para comprender el problema, es necesario tener presente que los efectos de las sentencias constitucionales se pueden dividir fundamentalmente en tres clases: los efectos jurídicos, los económicos y los materiales. Los primeros no suelen ofrecer mayor problema, porque nacen de la propia autoridad de la Constitución y del valor que tanto ésta como la Ley de la Jurisdicción Constitucional (LJC) asigna a los pronunciamientos de la Sala. Hablamos, por ejemplo, del efecto anulatorio que tiene una sentencia que acoje una acción de inconstitucionalidad o de la constitución o declaración de derechos subjetivos que puede derivar de una sentencia de amparo.
Los efectos económicos surgen del hecho de que una sentencia imponga a una persona física o jurídica una condena de pagar daños y perjuicios y/o costas. En estos casos, la ley descarga la ejecución de esos aspectos en los tribunales contencioso administrativos o civiles, según que el obligado sea una persona de derecho público o privado, respectivamente.
Pero el verdadero meollo de la cuestión radica en el campo de los efectos materiales, que tienen que ver con que la sentencia obligue a alguien a dar, hacer o no hacer algo, porque es allí donde radica con mayor sensibilidad la vigencia y efectividad –o ausencia de ellas– del concepto de “justicia cumplida”.
En principio, conforme a la ley, el cumplimiento de los efectos materiales de los fallos constitucionales le corresponde a la propia Sala. Por ende, qué tanto se llegue a acatar o no sus pronunciamientos dependerá de qué tanto esté dotado o no ese tribunal de las herramientas necesarias para lograrlo.
A mi criterio, la primera exigencia –no siempre adecuadamente satisfecha– para lograr que las sentencias de la Sala se cumplan, está en su propia redacción. Es necesario que los pronunciamientos sean absolutamente claros y comprensibles. Y su contenido, especialmente el de la parte dispositiva (el “por tanto”), debe abarcar, de manera puntual, todos los elementos necesarios para que lo que el fallo ordena se acate. No pocas veces ha ocurrido que una sentencia no se cumpla porque en ella no quedó claro quién era la persona responsable de hacerlo, dando así la oportunidad de que los involucrados se “pasen la pelota” unos a otros y a fin de cuentas no haya forma de sentar responsabilidades.
Una interesante posibilidad, que deriva de la experiencia al respecto de la jurisdicción contencioso administrativa, sería que la Sala cuente con jueces ejecutores propios. Su tarea consistiría, precisamente, en velar porque se cumplan los efectos de las sentencias, atendiendo las gestiones de los interesados, incluyendo las múltiples quejas por desobediencia que se suele recibir en la actualidad.
Por otra parte, se debe contar con sistemas estadísticos y de seguimiento que permitan sopesar la efectividad de los fallos y detectar las debilidades que puedan estar dando lugar a los incumplimientos. Sobre esto la Sala ya ha venido avanzando desde hace unos cuatro años. Recientemente, con apoyo del Banco Mundial, se ha implementado herramientas tecnológicas destinadas a apoyar este proceso.
Para mejorar el grado de acatamiento de los fallos, pienso que es inevitable ajustar el contenido de la LJC, por ejemplo en cuanto a la sugerida introducción de jueces ejecutores. El texto actual es bastante parco al respecto, descansando fundamentalmente sobre la amenaza de la aplicación de sanciones penales, contenida en los artículos 71 y 72. Esta estrategia me parece poco eficaz; la solución no radica en meter gente a la cárcel. Mejor sería dotar a la Sala de instrumentos más ágiles, incluyendo la posibilidad de aplicar una amplia gama de medidas cautelares de carácter institucional, presupuestario, etc.
Mejorar el grado de cumplimiento de los fallos de la Sala representa una tarea de la máxima relevancia y urgencia. De por medio está no solo la supremacía formal de la Constitución, sino también la cumplida observancia de los derechos fundamentales de que gozamos todos.

23 de septiembre de 2013

Regulan expediente digital único de salud

En La Gaceta N° 182 del día de hoy (documento PDF, 2.53 MB), aparece publicada la ley N° 9162 del 26 de agosto del 2013, titulada "Expediente digital único de salud". Su objetivo es "establecer el ámbito y los mecanismos de acción necesarios para el desarrollo del proceso de planeamiento, financiamiento, provisión de insumos y recursos e implementación del expediente digital único de salud, desde una perspectiva país. Para dicho fin, se entiende por expediente digital único de salud el repositorio de los datos del paciente en formato digital, que se almacenan e intercambian de manera segura y puede ser accedido por múltiples usuarios autorizados. Contiene información retrospectiva, concurrente y prospectiva, y su principal propósito es soportar de manera continua, eficiente, con calidad e integralidad la atención de cuidados de salud".

20 de septiembre de 2013

El infierno de los neutrales

Este artículo apareció en la sección Página Quince de La Nación de hoy (ver publicación)

“Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquéllos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”.

Hacia el final de su reciente novela, “Inferno”, el escritor Dan Brown nos recuerda una de las más ominosas advertencias de “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, contenida en la frase citada arriba. En ella, el célebre autor florentino dirige sus dardos contra quienes, en momentos y situaciones en que fuere moralmente imperativo tomar partido, inexcusablemente se abstengan de hacerlo. Es decir, se trata de aquéllos que, en vez de decidirse y proceder de acuerdo con sus convicciones y lo que se espera o exige de ellos en el momento, optan más bien por la vía fácil de la inacción, que en estos casos significa pusilanimidad o, más claro aún, cobardía. La gravedad de esa actitud –que a primera vista pareciera puramente pasiva– radica en que en ella en realidad va implícita una conducta activa, la traición: traición a los principios, traición a uno mismo, traición al otro, traición a la humanidad, etc.

“El tejido social de todo pueblo está construido a partir de lazos de solidaridad. Sin estos, aquel se rasga: no hay paz con hambre; no hay paz sin solidaridad social”, señalé desde estas mismas páginas hace unos años (La Nación, 8/1/2009). Quien se declara neutral, cuando se precisa tomar partido, con su omisión rasga el tejido social, socavando las bases de la convivencia en comunidad, pues le falla a quienes tendrían derecho a esperar de él o ella su inequívoco apoyo. Desmond Tutu sintetizó así, con absoluta claridad, cuál es el quid de la cuestión: “Quien se declara neutral ante situaciones de injusticia, en realidad ha elegido el bando del opresor”.

De la sobrecogedora frase de Dante se deduce que es peor ser neutral, que elegir de buena fe una causa que posteriormente demuestre ser equivocada. Quienes hayan obrado de esta última forma al menos se hacen acreedores de alguna medida de simpatía y misericordia, derivada de la comprensión de que todos somos falibles y tenemos derecho a equivocarnos.

Es preciso aclarar que la neutralidad no es per se negativa o indeseable. O, lo que es lo mismo, que hay circunstancias en las cuales resulta justificada, específicamente cuando abstenerse no comporte rehuir una responsabilidad moral. Son los casos en que no estamos ante flaqueza sino imparcialidad, que es algo completamente distinto. Por ejemplo, un padre o madre que se mantiene neutral frente a sus hijos, evitando actitudes de favoritismo injusto. La clase de neutralidad que mereció el desprecio de Dante es más bien aquella que implica abjurar del deber de elegir bando cuando sea humanamente imposible cerrar los ojos y dejar de hacerlo, por temor o conveniencia personal. Bajo estos supuestos, pudiendo elegir lo correcto (repito, indistintamente de que más adelante se adquiera la convicción de que la decisión, no intencionalmente, fue errónea), se escoge más bien no elegir, sin ninguna razón justificable para ello. Popularmente se describe a una persona así como “paños tibios”, expresión que lleva un evidente tono despectivo.

Lo que no necesariamente está claro para algunos es que, frente a una crisis moral, quedarse callado o escudarse en un falso sentido de la obediencia debida para no actuar, viene siendo tan indefensible como adoptar una medrosa neutralidad. La cuestión es la misma: negarse a tomar partido y no hacer lo que se debe. En Nuremberg, generales nazis descubrieron que la obediencia no vale como excusa frente a los crímenes de lesa humanidad.

Ahora bien, contrario a lo que se podría creer, las crisis morales no son necesariamente circunstancias inusuales o elusivas y, por eso, en realidad son múltiples los momentos en que debemos actuar y muchas las formas por las que podemos hacerlo. Por ejemplo, el docente que lucha contra el cansancio, la frustración y los recursos limitados, sin rendirse, lo hace porque sabe que la ignorancia es una crisis moral. El personal médico y de enfermería que lo da todo por sus pacientes, lo hace bajo la convicción de que el sufrimiento es una crisis moral. Las y los trabajadores sociales y voluntarios que salen a las calles a dar un poco de alimento y aliento a los desposeídos no son neutrales, porque los mueve el espíritu de luchar contra el abandono, que es una crisis moral.

Quienes tenemos el alto honor de ser jueces y juezas también tomamos nuestro lugar en la trinchera, porque la injusticia es una crisis moral. Hacerlo está muy lejos de ser cosa fácil, porque para nosotros, la imparcialidad no implica que no tengamos que terminar tomando partido en cada caso que resolvemos, a favor de quien tenga la razón y el derecho de su lado. Ello exige la valentía necesaria para dictar sentencias que puedan resultar impopulares o lesionar poderosos intereses. Pero también exige grandes dosis de madurez y autocontención, para no abusar del poder que tenemos e invadir terrenos en los que no debamos incursionar. Es un delicado balance que representa una gran responsabilidad, pero que al mismo tiempo dota de una enorme nobleza a nuestro magisterio.

A las puertas de un nuevo proceso electoral en nuestro país, cabría preguntarse en qué medida optar por el abstencionismo –es decir, elegir no participar en la definición de los rumbos nacionales– pueda ser o no una forma de inexcusable neutralidad. Martin Luther King, a quien se recuerda con especial intensidad en estas fechas, dijo: “La historia tendrá que registrar que la mayor tragedia de este período de transición social no fue el estridente clamor de los malos, sino en el inconcebible silencio de los buenos”. Dejo la tarea de reflexionar al respecto a quienes pueden desarrollar el tema con mayor propiedad que yo.

26 de julio de 2013

Proyectos de ley buscan ahorro del Estado en software

"Las sumas de dinero que destinan las entidades públicas para la compra y actualización del licenciamiento de software, representan una gran cantidad de los recursos que podrían aprovecharse en otras necesidades. A pesar de esta situación y de las directrices que promueven su uso, en el aparato estatal no existe una verdadera política que establezca la transición hacia el software libre, sin embargo, dos proyectos de ley que permanecen en el olvido buscaban precisamente solventar esta situación."

En el diario CRHoy de esta fecha.

24 de julio de 2013

Réquiem por Lacsa y TACA

Mi niñez se desarrolló en la época en la que los viajes en avión eran una cosa misteriosa y glamorosa. Cuando alguien cercano salía o regresaba al país, ir al aeropuerto a despedir o recibir a esa persona se convertía en un paseo maravilloso y mágico, que siempre incluía asomarse precariamente del balcón del entonces Aeropuerto El Coco, a la espera de que el ser querido -usualmente mi papá- apareciera para gritar a todo galillo los saludos de rigor.

Ya desde entonces, uno (que solo podía viajar con la imaginación) escuchaba que Lacsa, la aerolínea nacional, tenía un excelente servicio. Esto siempre iba de la mano con la afirmación de que era la única línea que servía licores gratis, de modo que las historias de viajes al exterior que uno -con cara de asombro- oía de amigos y parientes siempre comenzaban y terminaban con los coctailitos de rigor en el avión.

Aun más impresionante y causa de profunda envidia, era saber que los accionistas de Lacsa disfrutaban de un viaje gratis al año. ¡Qué maravilla, poder viajar sin que el avión le costara a uno un cinco! En mi calenturienta imaginación infantil no cabía tener algún día una posibilidad igual o similar.

Con el tiempo, aun niño, llegué a conocer a dos señores que tenían el que debía ser el trabajo más maravilloso de todos: eran pilotos de Lacsa. Imagínense... les pagaban por manejar aviones. ¡Yo lo habría hecho de gratis, si me hubieran dejado! Mi entusiasmo y atracción por todo lo que tuviera que ver con la aviación crecía. Lo máximo fue cuando Lacsa pasó de los famosos BAC-111 a los Boeing 727, que eran -y para mi siguen siendo- de los aviones más hermosos de todos los tiempos. No es de sorprender que me pasara horas con lápiz y papel, haciendo dibujos de aquellas elegantes naves. O devorando libros y revistas sobre el tema.

Decían que, sin importar qué clase de clima hubiera, los vuelos de Lacsa nunca dejaban de aterrizar al llegar a Costa Rica. Al principio yo creía que eso se debía a que los pilotos de esa aerolínea eran un tanto temerarios o bien porque eran como los futbolistas de ahora, que dicen que hay que hacer respetar la cancha propia. Así pues, cuando un poquito de lluvia provocaba que las otras líneas huyeran hacia destinos más seguros, los intrépidos pilotos de Lacsa siempre llegaban a casa sanos y salvos. Años más tarde, alguien me explicó que lo que pasaba era que ellos tenían ciertos trucos para aterrizar aquí. Por ejemplo, decían que, aun cuando la visibilidad fuera muy mala, los pilotos nacionales sabían que una vez que alcanzaban a ver el gran rótulo de la empresa Pipasa en su plantel de La Garita, era simple cuestión de alinear la nave con la primera "P" para encontrar la pista del Juan Santamaría poco más adelante. ¿Verdad o mito urbano? No lo sé, pero a mis oídos infantiles todo eso solo servía para acrecentar las leyendas en torno a la aerolínea nacional.

Años más tarde, ya adulto, pude comprobar que, en efecto, la atención a bordo de los vuelos de Lacsa era excelente; mejor que la de otras empresas de países más poderosos. Aparte de eso, al subir al avión para regresar al país luego de unos días afuera, el solo hecho de volver a oír el acento tico del personal cuando daban la bienvenida abordo o hablaban entre sí lo hacía a uno sentirse en casa de nuevo, como si estuviera entre amigos.

Una vez, durante un viaje a Perú, los parlantes de la cabina se activaron para el acostumbrado saludo del comandante. Para sorpresa de muchos, una voz femenina, clara y fuerte, comenzó diciendo, "Les habla su capitana". Algunos pasajeros pusieron cara de consternación, bajo la influencia de ese machista "Mujer al volante, peligro constante". Sin embargo, los demás lo tomamos con toda calma y naturalidad: después de todo, dado lo riguroso de las normas de seguridad de la industria aérea, el hecho de que la dama estuviera al mando solo era posible si previamente había afrontado y superado todas las pruebas del caso, demostrando que era igual o más competente que los pilotos varones.

Aunque me dio pesar cuando Lacsa pasó a control de TACA, el hecho de que esta última fuese una empresa centroamericana de algún modo hacía el cambio más digerible. Y, en efecto, hay que reconocerle a TACA que no desmejorara los estándares de servicio ni la calidez del trato a los pasajeros. También hay que decir que el programa de lealtad "Distancia" -luego re-bautizado como "LifeMiles", aunque nunca entendí qué necesidad había de un nombre en inglés- siempre ha sido atractivo y beneficioso.

Ahora, TACA ha pasado, a su vez, a control de la colombiana Avianca. Esta última, en una discutible decisión, ha decidido que aquella marca desaparezca, de manera que ya no queda asomo del sabor centroamericano y mucho menos tico que tan grato sentimiento inspiraba. Solo el tiempo dirá si los resultados son buenos o no, aunque lo cierto es que la sensación de que esta es "nuestra" línea aérea se ha alejado un poco más.

Así es que no queda más que decir adiós a Lacsa. Y adiós a TACA. Y gracias por todo.

11 de junio de 2013

Imprenta Nacional crea editorial digital

En el Alcance N° 106 a La Gaceta N° 111 del día de hoy (documento PDF, 1.55 mb), aparece publicado el "Reglamento a la Editorial Digital de la Imprenta Nacional", decreto ejecutivo N° 37719-G del 11 de marzo del 2013.

En cuanto a los fines de la editorial, se señala: "A través del servicio de la Editorial Digital se organizará todo lo referente a la puesta a disposición pública de obras digitales, en el Sitio Web, que sean de interés para la Junta Administrativa de la Imprenta Nacional. Su objetivo principal será brindar un servicio de divulgación gratuito de aquellas obras que contribuyan al mejoramiento de la educación, el arte, la literatura, la cultura y las ciencias de la población en general, objetivo que se cumplirá mediante la puesta a disposición pública de versiones en soporte digital".

23 de mayo de 2013

30 de junio del 2015: fecha límite para implementar IPv6 en el Sector Público

En La Gaceta N° 98 del día de hoy aparece publicada la Directriz Nº 049-MICITT del 4 de marzo del 2013, "Dirigida a definir la fecha límite para la implementación del protocolo de Internet IPv6 en el sector público costarricense". De acuerdo con el texto, "La fecha límite establecida para concluir la implementación del Protocolo IPv6, es el 30 de junio del 2015, a fin de que los usuarios puedan acceder a los servicios que por medio de Internet presten las instituciones y que todas las entidades puedan, así mismo, brindar sus servicios por medio del Protocolo IPv6".

Decreto promociona el teletrabajo en las entidades públicas

En La Gaceta N° 98 del día de hoy, aparece publicado el decreto ejecutivo N° 37695-MP-MTSS del 11 de febrero del 2013, titulado "Promoción del teletrabajo en las instituciones públicas", cuyo objeto es "promover y regular el Teletrabajo en las Instituciones del Estado, como instrumento para promover la modernización de las organizaciones, la inserción laboral, reducir el gasto en las Instituciones Públicas, incrementar la productividad del funcionario, el ahorro de combustibles, la protección del medio ambiente, y favorecer la conciliación de la vida personal, familiar y laboral, mediante la utilización de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC´s)".

21 de mayo de 2013

Publican políticas de firma digital


En el Alcance N° 92 a La Gaceta N° 95 del 20 de mayo del 2013, se publicó las siguientes versiones de las políticas administradas por la Dirección de Certificadores de Firma Digital (DCFD):

1. Versión 1.1 de la "Política de Certificados para la Jerarquía Nacional de Certificadores Registrados".
2. Versión 1.0 de la "Política de Formatos Oficiales de los Documentos Electrónicos Firmados Digitalmente".

Según un comunicado distribuido por la DCFD, "Con las reglas y los cambios introducidos en la nueva política de formatos oficiales y en la nueva versión de la política de certificados, se refuerzan los instrumentos necesarios para que el Sistema Nacional de Certificación Digital, así como el ecosistema de instituciones y particulares usuarios de mecanismos de firma digital, puedan seguirse desarrollando con la fuerza y seguridad que nuestro país requiere".