28 de febrero de 2008

Avanzando el e-Gobierno

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

Hace unos días, gracias a los amables oficios de la Oficina de Iniciativa Popular de la Asamblea Legislativa, remití a ese Poder un texto titulado "Proyecto de reformas y adiciones a la Ley General de la Administración Pública para incorporar la gestión electrónica de actos y procedimientos administrativos". Si alguien tuviese interés, puede descargarlo desde aquí solicitarlo a esa oficina.

Tal como señala la exposición de motivos, la idea del proyecto es posibilitar el empleo de mecanismos tecnológicos para potenciar el correcto funcionamiento de las instancias administrativas en su diario quehacer, así como una mejor y más célere prestación de servicios a las y los ciudadanos. La iniciativa es consecuente con otras de pareja importancia, como la promulgación en el 2005 de la ley 8454 relativa a los documentos electrónicos, las firmas y certificados digitales. También busca coadyuvar en la reducción del consumo innecesario de papel, como medida tanto de protección de los recursos naturales como de control de la generación de desechos.

En los últimos años, se ha avanzado bastante en la agilización de los procesos judiciales, incorporando la tecnología entre otros factores, por ejemplo en el nuevo Código Procesal Contencioso Administrativo. La justicia administrativa, sin embargo, ha marchado a la zaga, debido a que el Libro Segundo de la Ley General de la Administración Pública permanece esencialmente igual a como fue promulgado en 1978, cuando ni siquiera se soñaba con las posibilidades informáticas aplicables hoy a la actividad de los operadores jurídicos. Dicha justicia es ejercida por las instancias de la Administración Pública en sentido amplio (vale decir, el Poder Ejecutivo, los demás Supremos Poderes y el Tribunal Supremo de Elecciones cuando actúan en función administrativa, las entidades descentralizadas, universidades públicas, entes públicos no estatales y municipalidades). La idea, entonces, es ponerla al día con los avances logrados en otros campos.

En resumen, algunas de las propuestas incluyen:

  • La generalización del empleo de soportes electrónicos, firmados digitalmente, en la emisión de toda clase de actos, dentro o fuera de un procedimiento administrativo.
  • La introducción del expediente electrónico en la tramitación de los señalados procedimientos.
  • La autorización del empleo de mecanismos sustitutivos del papel, tales como la grabación electrónica directa, para la elaboración de actas de sesiones de órganos colegiados y toda clase de audiencias orales.
  • El establecimiento de sistemas de emisión de certificaciones en línea, por parte de los distintos servicios públicos, para evitarle a las y los ciudadanos la necesidad de desplazarse físicamente a esas oficinas para solicitarlas.

Otra de las propuestas que me parecen de necesidad, es la de autorizar que los integrantes de los diversos órganos colegiados (incluyendo, muy especialmente, al Consejo de Gobierno) puedan participar a distancia de las sesiones, empleando herramientas informáticas capaces de permitir una interacción equivalente a la presencial. Por ejemplo, un Ministro de gira por un área rural podría intervenir en la sesión del Consejo, en Casa Presidencial, si su participación fuese requerida para algún tema o temas en particular. Si bien ya ha habido pronunciamientos de la Procuraduría General de la República que se inclinan favorablemente hacia esta posibilidad, me parece importante legislar de modo que no exista cuestionamiento alguno al respecto.

En conclusión, creo que una iniciativa de esta clase -que evidentemente es solo una primera aproximación y que debe ser enriquecida con otros aportes- representaría un importante paso adelante en la construcción del gobierno electrónico, para eficiencia de la Administración y beneficio de las y los ciudadanos.

Espero que la propuesta pueda encontrar acogida favorable en la corriente legislativa.

23 de febrero de 2008

Nada tan lastimero

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

En La Nación del 1/12/2007 propuse una reforma al artículo 75 de la Constitución Política. Sugerí esta redacción: Toda persona es libre de profesar un credo religioso compatible con los derechos humanos, o bien de no profesar ninguno. El Estado velará por el respeto de esa elección, así como de la libertad de practicar actos de culto individualmente o en grupo, conforme a la ley, siempre que se respete el orden público y los derechos de terceros. / El Estado, sus instituciones y los funcionarios públicos -cuando actúen en calidad de tales- no podrán emitir actos o normas, destinar ninguna clase de recursos, manifestarse públicamente o realizar otras conductas que impliquen tomar partido a favor de un credo religioso en particular.

Igualdad, respeto y tolerancia para todos. Neutralidad estatal en materia religiosa. ¿Qué persona con sentido común podría estar en contra?

Pero dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. Desde estas mismas páginas se ha escrito en defensa del statu quo y de la posición privilegiada que el texto actual confiere a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Para ello se usan argumentos que van desde lo sutilmente falaz hasta lo palmariamente absurdo.

Por ejemplo, se dice que la secularización del Estado conduce de modo fatal a que la sociedad extravíe su norte moral y caiga en el "todo se vale". Para desmentirlo, basta con mirar hacia Suecia o Dinamarca, donde más del 80% de la población es religiosamente indiferente, si no abiertamente atea y, sin embargo, se ubican una y otra vez en los primeros lugares del mundo en sus índices de desarrollo humano, civilidad y transparencia. En contraste, países con Estados confesionales y de población altamente religiosa -cercanos al nuestro, incluso- se sumen en la pobreza, la corrupción y la violencia social. El argumento cae con facilidad. Ninguna teoría vale contra la evidencia.

Se dice también que la reforma propuesta atenta contra nuestras raíces históricas, como si el apego irracional al pasado fuese una especie de virtud. Pero, evidentemente, quienes afirman eso no saben leer los signos de los tiempos: la Costa Rica de hoy ya no es la del pasado. Hay un claro desajuste entre la sociedad actual y la ideología del artículo 75. El reportaje del 27 de enero pasado sobre la caída en el número de matrimonios versus las uniones libres; las estadísticas sobre divorcios y actitudes frente a la planificación familiar y otros muchos datos dejan en claro que hoy ni siquiera la mayoría de los católicos confesos se toman en serio ciertas enseñanzas eclesiásticas. Increíblemente, algunos creen que unas letras en el papel servirán para tapar el Sol con un dedo y detener una transformación social ya consumada. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Pero lean otra vez mi propuesta. Comprobarán que no está dirigida contra el catolicismo ni, mucho menos, contra las muchas personas que, al amparo de su fe, todos los días hacen grandes cosas por sus familias y por el país. Va dirigida contra una discriminación manifiesta e indefensible. Por eso, tengo la esperanza de que encuentre eco incluso entre católicos razonables que se dan cuenta de que no hay argumento racional alguno que permita sostener un privilegio odioso.

Por desgracia, algunas regiones del mundo involucionan hacia una nueva Edad Media, caracterizada por oscurantismos religiosos de distintos signos, que empujan a guerras que no se pelearán con espadas sino con armas informáticas y nucleares. Costa Rica puede y debe sembrar paz, que se logra por medio de la libertad, la igualdad y el respeto dentro de la ley. Es una simple cuestión de derechos humanos.

No se trata de si el artículo 75 va a cambiar o no, sino de cuándo. No hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado. Ni nada tan lastimero como una idea obsoleta y absurda que, con desesperación, ensaya artificios retóricos para negarse a morir.

Notas posteriores:

  • 22/2/2008: El diario La Prensa Libre publica datos que revelan que, en nuestro país, los matrimonios civiles triplican a los católicos. Esto es evidencia adicional del cambio profundo que ha experimentado nuestra sociedad en estos temas.
  • 20/3/2008: Dos comentarios el mismo día en "La Nación": uno positivo de Jorge Vargas Cullel y uno negativo de Jorge Fallas Moreno. O sea, empaté. ;-)
  • 11/4/2008: "En vela", opinión de don Julio Rodríguez en La Nación.

16 de enero de 2008

Amenazado el dominio científico de Estados Unidos

De acuerdo con un reportaje aparecido hoy en el New York Times, el dominio científico a nivel mundial de los EE.UU. se encuentra seriamente amenazado a mediano y largo plazo. Entre otras deficiencias, destaca el reporte del National Science Board que muchos estadounidenses desconocen principios científicos básicos de la física y la biología, especialmente los relativos al Big Bang y a la evolución. Asimismo, son incapaces de responder correctamente cuando se les pregunta si la Tierra gira en torno al Sol. “Estas diferencias probablemente indican que muchos estadounidenses mantienen creencias religiosas que los tornan escépticos frente a ideas científicas establecidas, a pesar de que poseen una familiaridad básica con esas ideas” (traducción libre mía).

15 de enero de 2008

"Estafas nigerianas", ahora en español

Imagino que, a estas alturas, casi todo mundo debe saber de las tristemente célebres “estafas nigerianas” (así llamadas aunque, en realidad, no solo proceden -real o simuladamente- desde Nigeria). Lo que para mi era desconocido, hasta hoy, era ver llegar a mi bandeja de entrada mensajes de este tipo que vienen redactados en español (si es que puede tildarse de español lo que, evidentemente, no es más que una de esas pésimas traducciones informatizadas). Así es que decidí compartir con ustedes el primer correo de esta clase que me llega, con el fin de:
  • Alertarlos acerca de esta nueva variante de la maniobra fraudulenta. Y,
  • Que se rían conmigo de la ridícula traducción (¡atención al “buen hígado” de mi colega Agbo!) y del patético intento de reclutarme en el esfuerzo por salvar la buena alma cristiana del oficial Chiffone.

Aquí va, verbatim:

De: badou01 [mailto:badou01@orange.nl]
Enviado el: martes, 15 de enero de 2008 8:06
Asunto: Mis Saludos

Mis Saludos Soy el Sr. NOEL Chiffone, antiguo policía a Isla Mauricio. Durante mi carrera de policía, tuve que efectuar tráficos ilegales en el ámbito de la droga y las armas. actualmente allí, todas mis transferencias bancarias se hacían en mi cuenta bancaria en un país del África el occidental llamada el Benin con ayuda del ex Presidente de la República General ‘MATHIEU KEREKOU’ que a cada transferencia tenía su porcentaje.

A raíz de mi estado crítico debida al cáncer de pulmón, me aconsejado por el padre de mi iglesia después de confesión hacer una caridad con una gran parte de este fondo del que dispongo en este banco Beninoise a diferentes personas en casi todo el país del mundo para que el señor perdone mis pecados.
Por ello me sirvo del neto para contactar el afortunados que se beneficiarán gratuitamente de un cheque de 85.000.00€ (Ochenta y cinco miles Euro) del que formaron parte. En nombre del señor creativo del cielo y la tierra, esta suma les ayudará a regular una buena parte de sus problemas financieros.

Les anuncio que tuve que contactar a un abogado financiero del benigno del nombre de ME AGBO. Este último que tenía un buen hígado tuvo a firmó un contrato de acuerdo de asociación financiero con mi. Les anuncio que a no habrán pagado su salario honorario en anticipo ya que se dijo al numero 05 de la página 03 del contrato que: 05- las tarifas total de los honorarios de curso ascenderán a 650€ y no deben pagarse por el beneficiario después de la recepción del cheque y el intercambio entre los dos bancos.

Les ruego que se ponga en contacto con este abogado del nombre de ME AGBO Roger en BENÍN para reclamar su cheque ya que voy para los EE.UU a partir de esta noche para seguir mis cuidados. En nombre de Dios creativo del cielo y la tierra, les ruego acepten esta subvención que les ofrezco del fondo del c?ur ya que fui aconsejado por el cura de la iglesia ‘CATÓLICA’ de PORT-Luis.
ME AGBO
Mail de mi avocat:cabinetagbo@yahoo.fr
Muy sinceramente”

De antología, ¿verdad? ;-)

25 de diciembre de 2007

El "Manifiesto introvertido"

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

En marzo del 2003, Jonathan Rauch se convirtió -seguramente sin querer- en una celebridad menor, cuando el diario “The Atlantic” publicó un artículo suyo titulado “Cuidando de tu introvertido”. En él explica que los introvertidos, a pesar de ser comunes, son, aun así, probablemente el más malentendido y agraviado colectivo del mundo.

Quiero decir, “somos” (porque tal vez sea buena idea seguir el ejemplo de Rauch y "salir del closet" de una buena vez por todas).

Hay que dejar claro desde ya que, contrario al estereotipo común, los introvertidos no somos necesariamente tipos malhumorados ni tímidos, sino que procesamos la información y reaccionamos de modo distinto a los demás. Al no comprender esto, hay un serio peligro de que usted, sin querer, esté volviendo loca o loco a algún introvertido cercano.

Dice Rauch que Sartre -otro destacado introvertido- definía al infierno como otras personas durante el desayuno. Porque los introvertidos a veces huimos de la compañía ajena, que encontramos frecuentemente insufrible. Esto no es antisocial, ni señal de depresión, ni requiere de medicamentos. Es solo que, para nosotros, estar a solas es una forma de recargar las baterías, como dormir o comer.

La gente extrovertida no puede vivir sin una multitud a su alrededor. Como dice el autor con aguda precisión, Deje a un extrovertido solo por dos minutos y lo verá buscar su celular. Los extrovertidos son absolutamente incapaces de entender a los introvertidos, mientras que para éstos es lo más fácil del mundo analizarlos a ellos, porque el extrovertido hace imposible no fijarnos en él o ella a medida que despliega su ruidosa interacción con el resto del mundo. Los extrovertidos, dice Rauch, son tan inescrutables como un cachorrito. Suponen que la compañía ajena, especialmente la de ellos, es siempre bienvenida. No logran explicarse por qué alguien querría estar a solas. La mera idea los ofende.

El problema es que los extrovertidos dominan la política y, por ende, los cargos de elección popular. Como dice el autor, esto es una lástima. Si los introvertidos gobernáramos el mundo, sería sin duda un lugar más calmado, más cuerdo y más pacífico. Los introvertidos observamos y analizamos; los extrovertidos hablan a todo pulmón por teléfono en el cine, con la boca llena de palomitas. Los introvertidos somos conductores confiables; los extrovertidos provocan colisiones de tránsito al tratar de brincar las presas para ponerse de primeros en la fila.

Los extrovertidos también dominan la vida social, lo cual -digo yo- también es una lástima. Nada más vean esos espacios televisivos sobre la vida y milagros de “los faranduleros”. ¿Necesito decir más?

Es cierto que los introvertidos a veces proyectamos un aire de arrogancia. Supongo, dice Rauch, que esto se debe a que somos más inteligentes, más reflexivos, más independientes, más mesurados, más refinados y más sensibles que los extrovertidos. Tendemos a pensar antes de hablar, mientras que ellos piensan hablando, y por eso sus reuniones nunca duran menos de seis horas.

Si para un hombre es duro ser introvertido, Rauch sostiene -y sospecho que con razón- que debe ser doblemente duro para una mujer, que atraerá calificativos de “rara”, “solitaria” o “nerda”.

Los extrovertidos no saben el tormento que ocasionan. A veces nos asfixia su cháchara 98% desprovista de contenido y nos preguntamos si siquiera se escuchan a si mismos. El problema es que decirlo se consideraría grosero, porque, naturalmente, las reglas de etiqueta han sido escritas por los extrovertidos. Quizás algún día sea posible decir Soy introvertido. De veras creo que sos una gran persona. Pero, por favor, callate.

Y por eso concluye Rauch recomendando que la próxima vez que vea a un introvertido sumido en sus pensamientos, no le pregunte si le pasa algo malo. De seguro estará ideando algo que hará al mundo mejor.

De hecho, mejor no diga nada.

1 de diciembre de 2007

Libertad religiosa para todos por igual

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

Un artículo mío del 18/9/07 desató una cadena de comentarios de quienes afirman o niegan la existencia de Dios, cuyo previsible resultado es que ninguno de los bandos convence al otro. Confío, aun así, que lo que voy a decir sea de completa satisfacción para todos.

Lo bonito de la libertad (religiosa y de expresión) es, justamente, que haya espacios para debatir sobre el tema, aunque el resultado sea quedar de acuerdo en seguir en desacuerdo. Lo que muchos no perciben es que disfrutar esa posibilidad no ha sido constante a través de la historia. Ha habido -y hay- lugares y épocas en que discutir sobre si Dios existe puede poner en peligro la vida o la libertad. En pleno siglo XXI, hay países donde quienes escriben para defender a su Dios (¡y ni hablar de los que escriben para lo contrario!) se ven perseguidos y agredidos por autoridades políticas o por fanáticos. En consecuencia, los dos bandos (creyentes y escépticos), al menos deberían coincidir sobre la importancia de preservar y profundizar el derecho de discutir libremente a favor de su punto de vista.

¿De quién debemos defender la libertad de creer o no creer? Por un lado, del Estado; y, por otro, de los demás.

En cuanto al Estado, no debe haber duda del peligro de que el poder político utilice sus recursos (materiales o jurídicos) para influir sobre el derecho de las personas a decidir libremente sus convicciones religiosas. Basta con mirar a los regímenes teocráticos de ayer y de hoy, o a los que han hecho más bien de la antirreligiosidad su programa de gobierno, para apreciar la importancia de mantener separados Estado y religión. En un régimen de libertad, decidir sobre las propias creencias debe ser un derecho soberano de cada persona, sin ingerencia de la autoridad.

En cuanto a los demás es similar: nadie debe sufrir presión (de familia, amigos, vecinos, compañeros, etc.) para adoptar o cambiar sus convicciones. El derecho de practicar o no un credo religioso termina donde empieza el de los demás a hacer lo mismo. Aquí la intervención del Estado sí se justifica, sin terciar a favor o en contra de alguna posición, para proteger la posibilidad de que cada uno de tomar su decisión y luego practicarla sin estorbo.

¿Qué impide que esto, a pesar de lo razonable que suene, sea plena realidad en Costa Rica? Para comenzar, el artículo 75 de la Constitución, que asigna al Estado una confesión y lo autoriza a aplicar recursos públicos para favorecerla. Si usted es católico, seguro no querría que sus impuestos favorezcan -digamos- el culto de Buda. Pues eso mismo sienten quienes no son católicos -que, según algunos, podrían constituir casi la mayoría de la población- por el hecho de que el texto actual dispone ese favorecimiento expreso.

Por eso, creo que todos podemos coincidir en que la mejor manera de que se respete nuestra elección, sea la que sea, es que se respete la de todos por igual, sin favorecer o desfavorecer a nadie, sujeto -eso sí- a que la posición elegida respete los derechos humanos básicos (o sea, nadie podría tener derecho a practicar un culto que defienda la trata de personas, el genocidio, etcétera).

En vez del absurdo y anacrónico texto actual, me parece que la Constitución podría decir así:

“Artículo 75.- Toda persona es libre de profesar un credo religioso compatible con los derechos humanos, o bien de no profesar ninguno. El Estado velará por el respeto de esa elección, así como de la libertad de practicar actos de culto individualmente o en grupo, conforme a la ley, siempre que se respete el orden público y los derechos de terceros.

El Estado, sus instituciones y los funcionarios públicos -cuando actúen en calidad de tales- no podrán emitir actos o normas, destinar ninguna clase de recursos, manifestarse públicamente o realizar otras conductas que impliquen tomar partido a favor de un credo religioso en particular.”

¿No suena eso perfectamente razonable?

Notas posteriores:

  • En La Nación del 29/12/2007 aparece una respuesta a este artículo, suscrita por el Lic. Jorge A. Fallas Moreno. Véase, además, mi artículo "Nada tan lastimero", en este mismo sitio.
  • 28/9/2008: Luego de meditar y de recibir comentarios sobre la redacción propuesta, le he introducido algunos ajustes que la enriquecen y acercan a los compromisos internacionales adquiridos por el país en el terreno de los derechos humanos. Queda, pues,como sigue:

    "Artículo 75.- Toda persona es libre de adoptar y profesar un credo religioso que sea respetuoso de los derechos humanos; o bien de no adoptar ninguno. El Estado velará por el respeto de esa elección, así como de la libertad de las personas de realizar actividades de culto y de enseñanza, individualmente o en grupo, todo conforme a la ley y siempre que se respeten el orden público y los derechos de terceros.

    El Estado, sus instituciones y los funcionarios públicos -cuando actúen en calidad de tales- no podrán realizar actos, dictar normas, efectuar nombramientos, destinar ninguna clase de recursos, manifestarse públicamente o desplegar otras conductas que tiendan a favorecer o desfavorecer a algún credo religioso, que se fundamenten explícitamente en un credo religioso o que conculquen las libertades a que se refiere el párrafo anterior."

    (Gracias a Hugo Mora por las sugerencias gramaticales que ayudan a clarificar el sentido de la propuesta.)

1 de noviembre de 2007

Inventario de normativa costarricense sobre derecho informático

[Este artículo pasó a convertirse en una sección independiente de mi blog. Puede accederlo desde el enlace que encontrará en la parte superior de la página, o bien haciendo clic aquí.]

12 de octubre de 2007

Naty solo cambió de casa

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

En la madrugada del 7 de octubre, un hombre al que perseguían las autoridades se saltó una señal de alto y, además de herir a otros dos, mató a tres jóvenes, incluyendo a Natalia, hija de mis amigos Alejandro Trejos y Ana María Sánchez.

Naty, que conocí desde el día en que nació, era prácticamente una niña aun. Rebosante de energía, cursaba sus primeros estudios universitarios, hermosa etapa de la vida en la que, por coincidencia, fue también aquella en la que su padre, “el Flaco” y yo nos conocimos hace casi treinta años.

No puedo imaginar el dolor que atraviesa en estos momentos a la familia y amigos de Naty, pero imagino que debe ser algo similar a lo que experimenté aquel lejano día en que escuché que mi padre había muerto. Veinticuatro años después, recuerdo vívidamente esa mezcla de sentimientos: negación, clausura e impotencia. Negación, porque al principio lo invade a uno la tenue esperanza de que lo que le acaban de anunciar quizás no sea cierto; que hubo un error; que la persona fallecida en realidad es otra. Clausura, porque cuando se comprende que la desgracia sí ocurrió realmente, se siente como si una pesada puerta se cerrara sobre un capítulo de la vida, de modo que todo lo que la persona querida fue y todo lo que uno habló o no habló, o hizo o no hizo con ella, se ha tornado en definitivo e irreversible. E impotencia, porque no hay nada que se pueda hacer para volver atrás en el tiempo y cambiar lo sucedido. La sentencia es inapelable.

La reacción inicial de muchos ha sido, como en otras ocasiones, pedir el endurecimiento de los controles y sanciones legales. Y no es que no haya que mejorar la normativa de tránsito, pero es que siempre he sentido que esa medida es tan solo marginalmente eficaz: cuando alguien infringe la ley, lo usual no es que se siente a leer primero La Gaceta para ver si el rigor de la pena hace que valga la pena o no asumir el riesgo de que lo pesquen y lo juzguen. Y, por supuesto, cuando lo hacen, ya es tarde.

Con su agudeza usual, quien dio primero en el clavo fue justamente el Flaco. Durante el funeral y en sus declaraciones posteriores, señaló que la cuestión no es simplemente la de una violación a las leyes de tránsito. El verdadero problema está en el grado de desprecio por los demás que caracteriza a la forma en que nos vemos unos a otros. No es un tema de semáforos inteligentes, sino de falta de inteligencia en las personas. La crisis no es tanto vial como moral. Si ese joven conductor, luego de haber golpeado primero a dos oficiales de policía, hubiese prestado oídos a la voz interior que le exigía detenerse inmediatamente, afrontar lo sucedido y no agravar su culpa huyendo, Naty y sus amigos estarían vivos. ¡Duele pensar que algo tan simple lo habría cambiado todo!

Y por eso escribo estas líneas. Para aportar aunque sea un grano de arena y machacar sobre ese mensaje que el Flaco busca transmitirnos, en toda su urgente vehemencia. Si quieren reformar la Ley de Tránsito y establecer penas draconianas, porque eso nos brindará algún sentimiento de control, pues, adelante. Quizás salve algunas vidas, no digo que no; y eso, desde luego, sería muy bueno. Pero, en cierto modo, será como poner pañitos fríos sobre la frente del enfermo. La infección real yace bajo la superficie. La verdadera enfermedad se tiene que combatir en las familias, en los centros educativos, en los templos, en los lugares de trabajo; no solo desde la Asamblea Legislativa.

Flaco y Ana: Naty en realidad no se ha ido. Tan solo se cambió de casa. Ahora está en su corazón y en sus recuerdos, donde la van a encontrar siempre viva, hermosa, joven y alegre.

18 de septiembre de 2007

Los cuatro jinetes del Antiapocalipsis

Artículo publicado en la sección "Página Quince" del diario La Nación (ver publicación original).

El paso del siglo XX al XXI ha evidenciado un fenómeno notable: mientras que en los países europeos más desarrollados, el índice de religiosidad de la población muestra una tendencia a la baja, en otras naciones ricas -especialmente en Estados Unidos- la curva se presenta a la inversa. En ese país, la influencia de la llamada “derecha religiosa” es cada vez más notoria en los círculos de gobierno, pero el avance del proceso electoral muestra también a los candidatos demócratas, tradicionalmente más liberales, dispuestos a esgrimir el factor religioso como elemento proselitista. Esto ha traído una erosión del muro divisor entre Estado e Iglesia, erigido por los fundadores (impulsados por el pensamiento de Paine, Jefferson y Madison), al punto de que la definición de muchas de las políticas públicas en ese país se ven influenciadas por el criterio de los principales líderes religiosos y por el credo manifiesto de muchos políticos, comenzando por el propio Presidente Bush.

Pero toda acción genera una reacción en sentido opuesto. Algunos estudios indican que al menos un 10% de la población estadounidense se considera aconfesional, cuando no abiertamente atea. Y muchas de esas personas no parecen estar dispuestas a seguir de brazos cruzados ante lo que sucede.

El impacto de este movimiento se ha manifestado de diversos modos. Uno de sus hitos se produjo en el 2005, cuando un grupo de padres de familia llevó a los tribunales a la junta de educación de Dover, Pennsylvania, debido a su insistencia de que el llamado “diseño inteligente” fuese enseñado en las escuelas como una alternativa científica a la teoría darwiniana de la evolución. El fallo dictado en diciembre de ese año declaró que, efectivamente, dicha doctrina no constituye más que una versión camuflada del creacionismo bíblico y que, por ende, su enseñanza en las escuelas públicas viola la separación constitucional entre Estado e Iglesia.

Últimamente, la reacción se ha hecho sentir más bien en las librerías. Cuatro autores en particular han visto convertidos sus más recientes libros en sorpresivos “best sellers”. En ellos, libran un ataque frontal contra el extremismo religioso, evidenciado tanto en EE.UU. como en otras regiones del mundo, particularmente por las tres grandes religiones abrahamánicas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Pero tampoco exoneran de responsabilidad, en menor grado claro, a quienes -a pesar de sus creencias más moderadas- también propician la noción de que una fe irracional e intolerante puede justificar ciertas lamentables acciones.

Sam Harris publicó el año pasado su Carta a una nación cristiana, un libro corto pero directo a la yugular. Christopher Hitchens le siguió con Dios no es grande: cómo la religión lo contamina todo, obra cuyo título no deja lugar a dudas. Por su parte, el físico Victor Stenger publicó a inicios de este año el libro Dios: la hipótesis fallida; cómo la ciencia demuestra que Dios no existe.

Pero, sin duda, el peso pesado del cuarteto lo constituye The God Delusion” (“El engaño de Dios”), del biólogo de la universidad inglesa de Oxford, Richard Dawkins. Publicado en el 2006, ascendió rápidamente en la lista de libros del New York Times y ocupó la portada de la revista TIME. En la actualidad ocupa el primer lugar de la categoría de religión en Amazon.com, superando (junto con la obra de Hitchens) incluso al libro “Jesús de Nazareth”, del mismísimo Papa Benedicto XVI.

Desconozco si alguno de estos libros está disponible en el país o en idioma español. Sin embargo, me parece sugerente una de las ideas plasmadas por Dawkins: que no existe mérito alguno para otorgar a las organizaciones religiosas un estatus social o jurídico privilegiado. En momentos en que nuestra Asamblea Legislativa discute un proyecto para exonerar de impuestos a todas esas entidades, quizás resulte oportuno darle pensamiento a las razones que ofrecen los citados autores.

9 de agosto de 2007

Steven Weinberg: lectura recomendada

"A Designer Universe?" es un artículo escrito por el Premio Nobel de Física, Steven Weinberg. Se refiere al tema de si el aparente orden que muestra el universo es indicador o no de la intervención de alguna clase de "diseñador" sobrenatural, llámese "Dios", "Gran Arquitecto" o como sea.

Frases memorables:

  • "Con o sin religion, la gente buena puede obrar bien y la gente mala puede obrar mal. Pero para que gente buena obre mal, para eso se requiere la religión."
  • "Uno de los más grandes logros de la ciencia ha sido, si no el tornar imposible que la gente inteligente sea religiosa, al menos hacer posible no ser religiosos. No debemos retroceder de esta conquista."